
Hoy en día, la tecnología está presente en todos los momentos de la vida de los peruanos. Las herramientas tecnológicas existentes son un verdadero beneficio que contribuyen a acelerar procesos, a innovar, a mejorar servicios, a trabajar, a estudiar, a comunicarnos, a comprar, etc., pero no están exentas de vulnerabilidad.
Si bien el Perú ha iniciado un proceso con miras a elaborar un plan de acción nacional en ciberseguridad, lo desarrollado es aún insuficiente. Por ello resulta necesario acompañar al Estado en la generación de conciencia sobre los delitos cibernéticos, para así garantizar no solo la prevención de estos, sino también el manejo adecuado de las tecnologías esenciales.
La ciberseguridad no es una simple palabra, tiene la capacidad de protegernos, siempre que actuemos a tiempo y, como en los distintos ámbitos de la vida, la prevención es el primer peldaño.
Las ciberamenazas ya no son cuestiones de películas de ciencia ficción, son una realidad que está afectando a los propios ciudadanos y a muchas empresas y entidades. Los ataques no son aislados sino recurrentes, y atacan a las computadoras, a los servidores, a las redes, los equipos telefónicos, impresoras, correos electrónicos, smartphones, tabletas, etc.
El robo de información digital y los ciberataques se han vuelto parte de nuestra cotidianidad y no debemos seguir escondiéndolos. La vulnerabilidad que siente el ciudadano frente a la desprotección está generando temor y desconfianza en el uso de las ofertas tecnológicas, lo cual de por sí ya genera un retroceso.
No hay empresa que no use Internet, por ello resulta necesario crear una cultura de seguridad cibernética que genere confianza entre empresa y consumidor.
No debemos soslayar que un ataque cibernético, además de los miles de millones de dólares en pérdidas que ocasiona, causa perturbaciones en la persona y entidad afectada y puede tomar decenas de días el solucionar las consecuencias del ciberdelito. El tiempo que se destina para gestionar las consecuencias de un ciberataque es de vital importancia porque afecta no solo el aspecto financiero, jurídico o anímico sino también el reputacional, de ahí la exigencia de contar con especialistas debidamente capacitados ética y profesionalmente.
Según el sistema de detección telemetría, en el Perú, en el primer semestre del 2024 se detectaron más de 900.000 amenazas cibernéticas, y fue el país de América Latina con más ataques. Estamos, pues, en un momento crucial para confluir esfuerzos y visibilizar decididamente la ciberdelincuencia. Espacios como los colegios profesionales y foros empresariales y académicos son los llamados a contribuir en la estrategia nacional para enfrentar eficazmente a la ciberdelincuencia. Nos urge capital humano en esta materia. La demanda de estos profesionales es cada vez mayor no solo en el Perú. Según el estudio de Cybersecurity Workforce 2023 de ISC2, la brecha mundial alcanza los cuatro millones de especialistas necesarios para cubrir la demanda.
¿Cuántas personas más deben ser atacadas para reaccionar? Una medida positiva podría ser generar un compromiso tripartito academia-empresa-Estado para formar a jóvenes y profesionales en las carreras de ciberseguridad, poniendo como objetivo la formación de un número importante de profesionales cada año.
La competitividad de las empresas y, en general, de todas las entidades, pasa hoy por la prevención mediante un oportuno y apropiado manejo de las herramientas tecnológicas, solo así se podrá conseguir un primer escudo de defensa, que nos brinde un servicio más confiable.