Si está en Internet, debe ser verdad, por Andrés Calderón López
Si está en Internet, debe ser verdad, por Andrés Calderón López
Andrés Calderón

“Largo del Perú Tibisay Lucena”, “Yeni Vilcatoma ha renunciado a Fuerza Popular”, “El gobierno impide votar a un cuarto de millón de policías”, “Habemus Presidenta”.¿Cuántas otras noticias falsas recuerda, apreciado lector, haber visto durante esta campaña? Para no hacer tan larga la lista, deje de lado las promesas electorales vacías y enfóquese únicamente en aquellas que empezaron con un simple tuit o una publicación en Facebook. Ahora piense en cuántas de ellas llegaron incluso a ser compartidas masivamente por medios de comunicación.

Frases similares fueron tendencia en redes sociales, ameritaron notas de las páginas web de varios periódicos y hasta encuestas en radio. Claro. Hasta que los periodistas y medios fueron comprobando que la cuestionada funcionaria chavista nunca vino al Perú, que la cuenta de Yeni Vilcatoma era falsa, que no se había emitido ninguna orden especial (ajena a cualquier día de elecciones) para la Policía y no hay siquiera un cuarto de millón de efectivos sino aproximadamente 120 mil, y que en ningún momento Keiko Fujimori llegó a superar a Pedro Pablo Kuzcynski (PPK) en el conteo de votos.

Este lunes en mi clase, constaté la práctica generalizada en que se había convertido confundir a memes y posts con noticias. Una alumna me comentaba que Keiko Fujimori había acortado al mínimo la distancia y prácticamente empatado en el conteo de votos con PPK (49.99% vs. 50.01%). Como evidencia me mostró una captura de pantalla de la ¡página web del diario donde trabajo! , una “prueba” que claramente había sido adulterada –práctica común, estos días– y que se vino abajo con un solo click en el portal electrónico.

En tiempos en los que solo importa conseguir más información más rápido, parece que corroborar la veracidad se hubiera convertido en una práctica opcional. Y puede serlo tal vez para mi alumna o para quien quiera correr ese riesgo, pero no para quienes ejercemos el periodismo, o queremos hacerlo responsablemente.

He visto a tantos comunicadores, en estas últimas semanas, hacer un papelón –o quién sabe, tal vez el papel que se habían decidido o les habían encomendado realizar– al compartir datos falsos y rumores. Y más allá de que terminan desprestigiándose por voluntad o negligencia propia, hacen un tremendo daño a la percepción ciudadana al prestarse al juego de quienes probablemente buscan algún beneficio con la mentira.

No es tan difícil detectar quién empezó con un rumor falso o intuir por qué lo hizo. De hecho, algunos infames tuiteros, opinólogos y políticos se han ganado una reputación en base a ello, al punto que todo aquello que proviene de sus bocas o teclados debería ser calificado como sospechoso, cuando menos.

Comunicarse con la persona o institución involucrada en la noticia, verificar sus cuentas de redes sociales, contrastar con otros medios o fuentes de información, preguntar a expertos o alguna persona familiarizada con las personas o hechos que se están reportando, analizar la verosimilitud de lo que se está transmitiendo (contexto, fecha, hora, lugar y confiabilidad de la fuente original). Pueden parecer obviedades, hasta que nos damos cuenta que la mayor parte de las noticias falsas que se propalaron en campaña pudieron ser evitadas si al menos alguna de estas acciones de verificación se realizaba.

Y confrontados con la verdad, las disculpas o rectificaciones son difíciles, sino imposibles, de encontrar. Después de todo, no fue su culpa. La noticia estaba en Internet, y si está en Internet, debe ser verdad.