(Foto: América TV)
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Juan Carlos Tafur

La derechización del fujimorismo bajo la batuta de Keiko Fujimori añade complicaciones a la posibilidad de que haya entendimientos con una opción de centro, como la que expresa, aunque fallidamente, el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski. No son hermanos ideológicos y las divergencias pesan tanto como las semejanzas.

Cuando uno escuchaba en la campaña a los voceros de ambas agrupaciones, Elmer Cuba o Alfredo Thorne, podía deducir, con cierta tranquilidad, que no era tan relevante quién ganase finalmente la contienda porque proponían y pensaban más o menos lo mismo, sobre todo en el quehacer económico.

En el resto de materias había algunas diferencias, pero los giros manifestados desde Harvard por la entonces candidata Keiko parecían diluir también en tales áreas las eventuales diferencias.
Pero hoy el fujimorismo es otro. Por lo menos, el de Keiko. Se ha derechizado en materia política y, curiosamente, en temas económicos se ha vuelto cada vez más populista. Basta apreciar la multitud de iniciativas estatistas o intervencionistas que en asuntos productivos salen de sus canteras parlamentarias. Y en políticas sociales, por llamarlas de alguna manera, se ha conservadurizado en extremo. Véase su postura frente a la igualdad de género o la reforma educativa.

El fujimorismo siempre fue una mixtura de valencias ideológicas distintas y en los 90 admitía un manejo ortodoxo de la macroeconomía junto con políticas sociales populistas y algunas, inclusive, progresistas (las políticas de planificación familiar, por ejemplo).

Esa mezcla ideológica le permitía ser bienvenido en los sectores altos y también en los sectores populares. Derechista para algunos, izquierdista y progresista para otros. Podía combinar mano dura en la lucha contra el terrorismo con eficaces políticas de asistencia social.
Hoy en día, si alguien propusiese un esquema de planificación familiar semejante al que diseñó el fujimorismo en los 90, Fuerza Popular se le iría encima por considerarlo izquierdista, caviar, liberalista radical o alguna especie semejante. Organizaría marchas para oponerse a algo así.

El fujimorismo ha abandonado paulatinamente el centro. Así, termina siendo verdad, aunque no por las razones que expuso, la afirmación de Keiko de que lo suyo era distinto a lo de los 90: en efecto, ya no es la mixtura liberal asistencialista que tanto éxito le redituó sino una derecha cada vez más conservadora y populista, funcional tanto a intereses religiosos como empresariales informales.
No parece casual que Kenji, el considerado vocero del albertismo dentro de Fuerza Popular, sea quien mayores puentes tiende hacia el Gobierno. Quizás porque lo suyo recogería mejor el espíritu variopinto del fujimorismo centrista auroral que la versión derechizada de su hermana.

A pesar de las naturales expectativas, hay muchas razones para dudar de que sea fructífera la conversación entre Kuczynski y Keiko. La sorprendente migración política del fujimorismo implica un giro que, a pesar de las muchas coincidencias que existen entre PPK y Fuerza Popular, marca distancias y puede convertir el diálogo que hoy se inicia en uno de sordos.

La del estribo: la devastadora trama de la memoria y el olvido que implica la enfermedad del Alzheimer es magistralmente puesta en escena en “El padre”, obra capaz de mostrarnos la radical distancia que existe con el otro, sufriente de este mal. La dirige Juan Carlos Fisher y es brillantemente interpretada, entre otros, por esa gran persona y actor que es Osvaldo Cattone.