Guido Bellido, el jefe del Consejo de Ministros, tenía todo el derecho para hablar en quechua ante la representación nacional el último jueves (Constitución Política del Perú, art. 2, inciso 19). Lamentablemente, este uso legítimo de un idioma oficial se produjo en medio de un clima de desconfianza generado por él mismo.
Recordemos que la primera vez que Bellido usó su lengua natural ante la prensa nacional, después de asumir el cargo, fue para burlarse e insultar a un periodista. “Hermanos y hermanas, hasta otro día que nos encontremos. A nuestro hermanito [el periodista], hasta sus plumitas hicimos que se plieguen”, dijo al final de la entrevista con el periodista Enrique Castillo, con una risa burlona y aprovechando que su contertulio no conocía el idioma.
En lugar de mandar un mensaje de reivindicación de la lengua de millones de peruanos, Bellido prefirió el ataque y la mofa, como un ‘bully’ que aprovecha las desventajas de sus interlocutores. Por supuesto que estuvo mal que el Congreso no estuviera preparado para contar con un intérprete y atender las necesidades fundamentales de quienes válidamente quieren expresarse en su idioma nativo, pero habría que ser convenientemente ingenuo para no darse cuenta de las intenciones ulteriores del primer ministro, quien, por cierto, había incumplido el acuerdo al que había llegado con la Mesa Directiva del Parlamento de que él mismo iba a traducir su alocución al castellano.
No fue la única ocasión en la que faltó a su palabra el presidente del Consejo de Ministros durante la jornada del último jueves. El mismo día, Bellido decidió cambiar el discurso con el cual pedía la investidura en representación de todo su Gabinete y suprimir la referencia a la discriminación por “orientación sexual”, pese a que esta se encontraba expresamente contemplada en el texto. Una omisión muy elocuente en boca de quien ha tenido varias expresiones homofóbicas y misóginas en el pasado, y que no debe haber pasado desapercibida entre sus aliados que defendían los derechos de los grupos LGTBI+… al menos hasta que llegaron al poder.
Otros que se deben haber sentido embaucados son aquellos legisladores que otorgaron la confianza al Gabinete Bellido creyendo que este ya no impulsaría un proceso constituyente y que próximamente reemplazarían a los ministros más cuestionados.
Sobre lo primero, camuflado dentro de su perorata de cierre del viernes pasado, luego de dos días de debate parlamentario, Bellido cuestionó una vez más la Constitución vigente y añadió: “Este sistema político y social terminará de todas maneras. Nosotros queremos realizar este cambio en democracia y paz. Buscamos el voto de investidura con este fin”. Frases que confirman que el empeño contra la Carta Magna sigue en marcha.
Y con relación a lo segundo, durante una entrevista en RPP, después de haber conseguido su objetivo, el titular de la PCM manifestó que no tienen “previsto ningún cambio” en la conformación del Gabinete. Más aun, ante el posible escenario de interpelaciones individuales por parte del Congreso, Bellido respondió: “Bueno, evaluaremos. Porque si no nos dejan trabajar, haremos cuestión de confianza”.
Queda claro, pues, que la confianza obtenida por el primer ministro estuvo basada en el embuste. Resta por ver si quienes la apoyaron lo hicieron por estrategia o también se engañaron a sí mismos.
Cuando la trampa es el modus operandi de un político, el primer paso para escapar de ella es reconocerla.