Alek Brcic Bello

Hace unas semanas, mientras el Ministerio de Economía y Finanzas reducía sus proyecciones oficiales de crecimiento y la inflación tocaba máximos de una década, el secretario general de Perú Libre, Vladimir Cerrón, se paseaba por medios de comunicación con un renovado semblante. Y es que, desde que se mudó a la capital, el político condenado por corrupción ha adquirido un nuevo protagonismo para opinar sobre cada uno de los vaivenes del gobierno de .

En una de esas entrevistas, brindada al periodista Mario Ghibellini, Cerrón intentó justificar el desmadre en que opera el Ejecutivo afirmando que le parecía ‘táctico’ prometer cosas en campaña sobre las que uno no está convencido. “La campaña es así. Es un tema en que se puede cambiar el método o la práctica, pero no los objetivos”, señaló el político.

Y aunque no es sorpresa que la llegada del actual presidente a Palacio se trabajó sin norte por parte de Perú Libre (aunque ahora un investigado haya declarado desde prisión y sin pruebas que supuestamente habrían coordinado con el Jurado Nacional de Elecciones para asegurar el triunfo), valdría la pena preguntar qué otras cosas prometió Castillo que nunca tuvo intención de cumplir. Porque cada día es más obvio que la “palabra de maestro”, que repitió en sus apariciones, vale menos que el marco teórico de su tesis de maestría.

Para empezar, la mentira más flagrante involucró al mismo líder de Perú Libre. Sobre Cerrón, el actual jefe del Estado afirmó que no lo veríamos “ni siquiera de portero”. Imagino que se deben haber reído bastante en el partido del lápiz con ese anuncio, cuando hoy al menos dos ministerios son manejados por personas cercanas al exgobernador de Junín y su opinión puede armar y desarmar gabinetes.

Lo mismo pasó con la idea ‘táctica’ de renunciar al sueldo de presidente o la de terminar con la “planilla dorada” del Estado. Sobre lo primero, si bien siempre fue una propuesta populista que no llevaría a nada positivo, una vez en el poder Castillo no ha movido un dedo para intentar cumplirla más allá de repetir el viejo anuncio de campaña.

Sobre lo segundo, en cambio, la función pública se ha vuelto ahora una planilla dorada pero solo para aquellos cercanos al partido de Gobierno. Como destacó la Unidad de Periodismo de Datos de este Diario, en menos de 10 meses el Ejecutivo ha realizado 122 nombramientos cuestionados, lo que equivale a un nuevo funcionario sin las capacidades adecuadas cada dos días.

El número es enorme, pero solo cuentan las designaciones que aparecen en “El Peruano”. Si se incluyera también a funcionarios en cargos más bajos, este sería muchísimo mayor. La mayoría de ellos, por supuesto, comparte un elemento en común: estar afiliado a Perú Libre.

En la misma línea, si ahora no se sabe qué cosas de las que prometió Castillo en campaña eran ciertas y cuáles no, poco sorprende que se desdiga a medio camino sobre sus propios anuncios o termine haciendo todo lo contrario. Ocurrió con la asamblea constituyente que su Gobierno no promovería y podría ocurrir también con la observación de la norma del Congreso que atenta contra la autonomía de la Sunedu.

Porque, aunque ahora el presidente diga que observará la autógrafa de dicha ley, cuando era candidato pedía lo mismo que aprobó el Parlamento la semana pasada. “Vamos a revisar y vamos a corregir el accionar de la Sunedu porque no puede dejar a nuestros jóvenes en la calle”, dijo entonces. Comentando, además, que existen muchas quejas hacia el trabajo de aquella superintendencia.

Finalmente, quizá una de sus mayores ‘tácticas’ la dijo en una conferencia de prensa en Chiclayo hace un año. Ya que no hay forma que un Gobierno que obstruye investigaciones, critique a la prensa libre y tenga a exfuncionarios prófugos de la justicia pueda autodenominarse “el terror de la corrupción”, como hizo Castillo en esa oportunidad.

Desde antes de la segunda vuelta, estaba claro que la falta de preparación de Perú Libre les pasaría una factura altísima a la gestión pública y al país. Saber que a esa falta de experiencia se sumaba también un racimo de mentiras ‘tácticas’ para llegar al poder solo reafirma esos temores originales.

Alek Brcic Bello Economista