(Ilustración: Victor Aguilar)
(Ilustración: Victor Aguilar)
Rolando Arellano C.

Charles Lynch fue un revolucionario norteamericano que inducía a la muchedumbre a ahorcar sospechosos, sin juicio y sin importar la gravedad de su falta. Algo similar se está dando en el país, con una sucesión de linchamientos de empresas, peligrosos para toda la sociedad.

Hemos visto hace meses la destrucción de la cadena de cebicherías , con memes, titulares y ‘sketchs’ supuestamente humorísticos, generados a partir de un desagradable video. También hemos visto que (GyM), por ser socia en proyectos con la declaradamente corrupta Odebrecht, sufrió algo muy parecido.

Y lo mismo ocurre con , que por un etiquetado equivocadamente sugestivo aunque supuestamente permitido por la ley, recibe innumerables ataques contra el producto y la marca. En los tres casos, individuos, medios y autoridades se suman, como dice el refrán chino, para tirar piedras al caído en el pozo. No sabemos si Segundo Muelle, GyM y Pura Vida merezcan o no un castigo importante, pero sin duda no es razonable que, como en los linchamientos clásicos, se les destruya sin una adecuada evaluación, sin oír sus descargos y sin considerar la dimensión de la falta.

Esas serían solo tres anécdotas, si la sociedad no perdiera mucho más. Con ellas se pierden miles de puestos de trabajo, se prohíben productos que la gente necesita y se pierde la confianza en nuestras industrias. De hecho, el escándalo de Segundo Muelle hizo disminuir la clientela a todos los restaurantes y dañó la imagen de toda la gastronomía peruana, el caso GyM paralizó toda la gran construcción y de paso la economía del país, y el de Pura Vida seguramente hará que la calidad de toda nuestra industria lechera se ponga en discusión. De paso, las autoridades, al reaccionar solo bajo presión mediática y por figuración, desprestigian a toda la administración. Todo por falta de una buena evaluación, que demuestre la infracción, identifique claramente al autor y lo castigue, liberando de dudas a su sector y a la sociedad.

¿Pero los linchamientos no son cosa antigua? Sí, pero hoy las redes sociales, que por su lado bueno permiten que la población exprese su descontento, pueden desbordarse muy fácilmente y cometer errores irreparables. Y es por eso que hoy más que nunca, en lugar de entusiasmarse y seguir la corriente, corresponde a los comunicadores, autoridades y personas responsables, ser un elemento de guía y reflexión ante esos movimientos.

¿Deberíamos entonces perdonar las faltas? De ninguna manera. Pero recordemos que la civilización condena los linchamientos porque entendió que solo actuando de manera racional se tiene fuerza moral para castigar duramente a los infractores.