Ilustración: Víctor Aguilar
Ilustración: Víctor Aguilar
Luciana Olivares

“Si lo que estás buscando es aprobación y que te quieran, entonces deberías comprar un perro”, recuerdo que dijo alguna vez enfático Jeffrey Pfeffer, uno de los profesores de liderazgo que tuve en Stanford. La elocuente frase la soltó en el contexto perfecto, cuando discutíamos sobre por qué los más importantes y más reconocidos líderes en el mundo han trazado sus carreras coincidiendo en tres cosas: concentrarse en explorar y explotar sus diferencias, más que congraciarse con el común denominador de la humanidad; romper las reglas establecidas; y trazar una sólida estrategia de márketing personal.

¿Es un pensamiento egoísta poner en la agenda y como prioridad el márketing personal cuando deberías estar pensando solo en el márketing de tu empresa o emprendimiento? Para nada. Está comprobado que la reputación y fama del líder contribuye al de su marca o causa. Solo piensa en Steve Jobs o Richard Branson. El 82% de consumidores confía más en empresas cuyos CEO y líderes son activos en social media.

John Legere, CEO y presidente de T-Mobile, lo sabe bien. Con su casaca de cuero adornando su característica camiseta rosada con el logo de su empresa, Legere ha sabido posicionarse como el amigo de sus consumidores y de sus trabajadores. Son recurrentes sus visitas al call center y cientos los selfies que sus trabajadores claman por tomarse junto a él.

Pero más efectiva que la camiseta rosada, el pelo largo o el anillo plateado con la señal de Batman, es haber incorporado en su estrategia el consejo que le dio una de sus mejores asesoras, su hija. Así, en el 2013 Legere abrió una cuenta de Twitter, no para retuitear mensajes corporativos de la compañía, sino para responder consultas, quejas y hasta hacer bromas sobre sus competidores. Hoy tuitea 20 veces al día (cuatro veces más que el CEO de Twitter) y responde personalmente a sus seguidores. Una vez un reportero de CNN advirtió a Legere por Twitter que T-Mobile estaba cobrando por el teléfono de un soldado muerto a su esposa. En dos horas el problema estaba resuelto. Cuando hace algún tiempo le preguntaron en un importante noticiero por qué actuaba de esa forma en las redes, su respuesta fue categórica: “En Twitter están mis clientes y mis trabajadores, escucharlos, estar cerca de ellos, me hace ser un mejor gerente general”.

Legere no es una perita en dulce, es explosivo, directo, excesivamente transparente y lo demuestra en cada uno de sus 280 caracteres y en la propuesta de valor de su marca. Y así como, para diferenciarse, una marca tiene que tener características únicas, cualquier profesional debe desarrollar su marca personal porque en el entorno laboral todos somos una marca y si queremos que nos elijan y destacar del montón, debemos construirla.