Gabriel Boric es el nuevo presidente electo de Chile. En marzo del 2022 asumirá el poder en medio de una economía sobrecalentada. El PBI chileno había caído 5,8% en el 2020, mientras que este año estaría cerrando con una expansión de 11,8%. El consumo privado viene liderando la recuperación y se encuentra casi 20% por encima de sus niveles prepandemia (2019). Este comportamiento explosivo del consumo es un reflejo de los retiros de los fondos de pensiones (3 del 10% cada uno) y de la política de bonos familiares a gran parte de la población chilena. Estas transferencias mensuales, llamadas ingreso familiar de emergencia (IFE), son de un tamaño equivalente a casi el 1% del PBI anual.
La inflación no ha tardado en manifestarse. Su banco central ya ha elevado la tasa de referencia al 4% y se esperan nuevos incrementos hasta que las expectativas de inflación y la inflación misma comiencen a ceder hacia su rango meta, de entre el 2% y el 4%.
El déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos (últimos 12 meses, a precios de tendencia) se encuentra en 6,5% del PBI, una trayectoria explosiva.
El programa económico de Boric ha sufrido cambios entre la primera y segunda vuelta. El primer plan, por sus fuertes y poco técnicas medidas tributarias y ambientales y por la debilidad de sus cuadros, habría llevado a la economía hacia un estancamiento económico. El segundo, más realista en lo fiscal, con mejores cuadros técnicos, se centraría en mejoras de ingresos fiscales para un sistema universal de salud, aumentos de pensiones y subsidios a salarios mínimos. Ese es hoy casi todo el programa económico de Boric.
Estas mejoras en el bienestar familiar se darían en un contexto de bajo crecimiento económico, ya no de estancamiento. Tal vez a tasas parecidas a las que tuvo Bachelet en su segundo gobierno, que fueron el marco para el regreso al poder de Piñera.
El primer año de gobierno de Boric se dará en medio de una asamblea constituyente que promete alterar el sistema político y económico. En corto, prometería derechos sociales a niveles de un estado bienestar europeo, pero con un PBI per cápita que es casi la mitad de esos países. El camino al desarrollo es más largo y nunca está garantizado.
El Banco Central de Chile espera un crecimiento de alrededor del 2% en el 2022 y de apenas 0,5% en el 2023.
Boric puede gobernar con su propio partido y el Partido Comunista o, para lograr un gobierno con un mejor desempeño, pedir más soporte de los cuadros y partidos de la Concertación. Nótese que ha recibido el apoyo explícito de los expresidentes Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, a pesar del principal lema del estallido social de octubre del 2019: “no son 30 centavos, son 30 años”.
En el Perú, Pedro Castillo asumió el poder en medio de un fuerte rebote económico. Este ha sido posible gracias a una política macroeconómica expansiva (programa Reactiva Perú y cuatro rondas de bonos familiares) y por el retiro de fondos de pensiones y fondos de CTS. Ambos retiros solo en el 2021 han sido equivalentes a casi el 6% del PBI.
Es decir, la economía no se ha hundido gracias a nueva deuda privada empresarial (a tasas bajas, eso sí), fondos públicos para los bonos familiares y a costa de menores pensiones futuras y el seguro de desempleo.
Diversos economistas del sector privado esperan un crecimiento de alrededor del 3% para el próximo año y tasas inferiores para el 2023.
El presidente Castillo tiene, tal vez, la última oportunidad de relanzar su Gobierno. De no hacerlo, sus propios votantes serán los primeros desairados. Si el país apenas crece un 2,5% o menos durante el resto de su Gobierno, no se crearán suficientes empleos para recuperar los perdidos durante la pandemia, ni para dar empleo a los entrantes al mercado laboral. Y ni hablar de ingresos tributarios para aumentar el gasto per cápita en salud y educación.
Para terminar mejor este año que se va, debe resolver el problema de Las Bambas. Es inadmisible que una unidad minera de clase mundial esté paralizada por un chantaje de un pequeño grupo de ciudadanos de Chumbivilcas. En este caso particular, se trata de una extorsión comercial pura y dura. Es una lucha por rentas fuera de la ley. Algo así como los cupos de la construcción civil. Pensaba que “no más pobres en un país rico” tenía otro significado.