Así se desarrolló el último día del velorio del ex presidente Alan García. (Foto: Violeta Ayasta / GEC)
Así se desarrolló el último día del velorio del ex presidente Alan García. (Foto: Violeta Ayasta / GEC)
Daniela Meneses

La semana pasada, parecía inevitable acceder a detalles sobre el suicidio de Alan García. Videos del momento en el que iba a ser detenido, supuestas tomografías, la carta, el velorio… No era necesario siquiera prender la televisión o abrir un periódico: incluso comenzaron a circular por mensajería instantánea supuestas fotos del ex presidente en el hospital.

En la literatura sobre el efecto que puede tener la cobertura de los suicidios en aumentar el riesgo de eventos de este tipo, hay un caso frecuentemente repetido. Se dice que la publicación de “Las penas del joven Werther” de Goethe, a finales del siglo XVIII, causó un aumento de suicidios. Muchas personas habrían acabado con su vida usando los mismos métodos que el protagonista del libro; incluso algunos habrían sido encontrados con una copia de la novela. Hoy en día hay muchas dudas sobre la veracidad de esta historia, pero no tenemos que quedarnos en el episodio anecdótico: existen decenas de investigaciones que se han hecho en las últimas décadas para explorar la relación entre los medios y el suicidio.

Hace más de diez años, la profesora de psiquiatría de Columbia Madelyn Gould publicó un artículo en el que revisaba los estudios sobre esta relación, y aseguraba que un cuerpo de investigaciones “ha demostrado claramente que la cobertura extensiva en los periódicos de suicidios está asociada con un aumento significativo de la tasa de suicidios. La magnitud del aumento es proporcional con la cantidad, duración y prominencia de la cobertura mediática”. Un informe más reciente de la Organización Mundial de la Salud (2017) presenta también diversos trabajos que entran más al detalle de esta conexión. Por ejemplo, el riesgo del aumento en comportamientos suicidas es mayor los tres días siguientes a la cobertura, y se va diluyendo en las siguientes dos semanas. Hay, además, grupos particulares (como los jóvenes, las personas con enfermedades mentales o con una historia de comportamiento suicida) que son más vulnerables. La probabilidad de que estas conductas sean replicadas es, por otro lado, más alta en personas que se sienten identificadas con la historia del que se quita la vida.

Casos como el del ex presidente García son particularmente complejos por las probabilidades de que los suicidios aumenten cuando quien ocupa las noticias es un personaje conocido. Y porque, como ha resaltado en una columna sobre este tema la periodista Ariana Lira, ha existido un discurso que –obviando la importancia de no romantizar los suicidios– ha querido construir la muerte de un hombre que decidió no enfrentar a la justicia como un acto de honor. Pero quizás lo más difícil ha sido que estamos ante un caso con implicancias políticas, que impacta a la justicia, al Apra, y al país en general.

En los días que siguen, y con la distancia que nos darán las semanas, creo que necesitaremos un espacio para un examen de cómo se cubrió el hecho. Algunos errores han sido más evidentes, otros requerirán más reflexión. En este examen tendremos que medir nuestras acciones con las recomendaciones de instituciones como la Organización Mundial de la Salud o la organización Samaritans, que presentan buenas prácticas para evitar que la cobertura tenga efectos negativos en la población. Encontramos, por ejemplo, que se deben evitar descripciones explícitas de los métodos usados, omitir el lenguaje sensacionalista, ser cautos al usar fotografías o videos, y dar información de dónde buscar ayuda. También se debe evitar presentar explicaciones simplistas sobre el suicidio o concentrarse en las características positivas del fallecido.

Sin duda, esta es una tarea que recaerá en los medios de comunicación, pero todos haríamos bien en imitarla. Y digo todos porque hoy más que nunca, con la redes sociales y con la comunicación instantánea, cada uno tiene también responsabilidad en los mensajes que hace públicos.

Con las aguas un poco más tranquilas, de nosotros también dependerá ir más allá del caso García y usar lo que pasó hace una semana para informarnos sobre el suicidio, aprendiendo a saber reconocer cuándo alguien necesita ayuda y cómo tener estas conversaciones. Y para comenzar a romper el tabú que sigue existiendo en torno a este tema, iniciando diálogos honestos sobre la depresión, la salud mental, la terapia y las pastillas psiquiátricas. Creemos ambientes seguros, entre nuestros amigos y compañeros de trabajo, en nuestras familias, para compartir nuestras historias y hacer saber a los otros que estamos allí para ellos.