"¿Fue una manzana?", por Marco Aurelio Denegri
"¿Fue una manzana?", por Marco Aurelio Denegri
Redacción EC

Marco Aurelio Denegri

Como evocación del fruto del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, la manzana ha quedado como símbolo de los deseos humanos, del pecado, la tentación y la discordia y por eso se dice manzana de la discordia de aquello que es ocasión de discrepancia en los ánimos y opiniones.

La manzana, como forma casi esférica, significa, en el sentir de Cirlot, una totalidad. Es símbolo de los deseos terrenales y de su desencadenamiento. De ahí que la prohibición de comer la manzana haya procedido, según Paul Diel, de la voz suprema, que se opone a la exaltación de los deseos materiales.

Se discute, sin embargo, si se trataba realmente del fruto del manzano, o si era una granada, una naranja o un higo. Por su simbolismo y su etimología (el latín malum significa, a la vez, mal y manzana) se cree que el fruto que se menciona en el Génesis era una manzana. (Aclaremos, interparentéticamente, que los dos malum de que se trata son etimológicamente distintos.)

¿Qué hacer?
Lenin publicó en 1902 un libro titulado ¿Qué hacer? César Vallejo, en su poema “Los nueve monstruos”, dirigiéndose al ministro, le pregunta: “Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?” Ese qué hacer de Vallejo es desde luego leniniano.
 
La ocupación, el negocio o la tarea que ha de hacerse se llama quehacer. La vida es quehacer y quien no lo admita habrá de aburrirse y será inevitablemente condenado, como decía José Ortega y Gasset, al peor de los trabajos forzados: a hacer tiempo o a matar el tiempo.

En el aburrimiento, el tiempo se alarga; en la diversión, se acorta. En alemán, el aburrimiento se designa con el término Langeweile, que literalmente significa “tiempo largo”, al paso que Kurzweile (diversión) quiere decir “tiempo corto”.

Tarde o temprano, la inactividad, o como decía Gregorio Marañón, el sinquehacer, resulta insoportable.

“Nada es tan insoportable al hombre – dice Pascal en sus Pensamientos – como estar en completo reposo, sin pasión, sin actividad, sin esparcimiento, sin la posibilidad de intervenir.”

Cuando algunos jóvenes, culturalmente inquietos y amantes de las letras, le pedían a Henry Miller su opinión sobre la utilidad y conveniencia de publicar una revista literaria, Miller les decía: “Publicar, y sobre todo en los Estados Unidos, una revista literaria, es completamente inútil; pero no dejen de hacerlo. Que la falta de acogida no sea un pretexto para cruzarse de brazos.”

Miller tenía razón. Hay que hacer, hay que actuar, pero no sumirse en el inmovilismo estéril.