¿Qué hace que con el tiempo cambien las ideas o los credos políticos de los intelectuales y líderes sociales? Natural y hasta positivo es que hombres y mujeres vayamos variando nuestros puntos de vista sobre las instituciones, costumbres o prácticas sociales que nos rodean, pero resulta llamativo y siempre polémico el cambio en la ideología o pensamiento político, cuando este parece transitar de un lado al otro del espectro. Llámese este conservador-liberal, liberal-socialista, o de derecha-izquierda.

Por ejemplo, las reseñas de estos días sobre nuestro celebrado y fatalmente desaparecido escritor han incidido en su tránsito ideológico y político desde el socialismo y el apoyo a procesos como el de la revolución cubana, hasta el radical, plasmado en su defensa del mercado libre y el respaldo a figuras ubicadas en la derecha de la política latinoamericana, como el argentino Mauricio Macri, el chileno José Antonio Katz o la peruana Keiko Fujimori.

Dicha evolución (que para algunos pasará por involución) desde posturas defensoras de la intervención estatal para la estructuración social, a reclamos para que la sociedad encuentre espontáneamente su propio orden, limitando al Estado a un rol de árbitro o garante de los intereses privados, se ha vuelto corriente entre intelectuales y políticos de diversos lares. A escala mundial podríamos citar los casos de André Gide (otro Nobel de literatura), Arthur Koestler y otros escritores renegados del socialismo, cuya mutación ideológica fue explicada por ellos mismos en un libro publicado en 1949, bajo el título de “El dios que fracasó”.

En el predio patrio son célebres los casos de Eudocio Ravines y Víctor Raúl Haya de la Torre. El primero, cuya enigmática figura ha sido recogida por Rafael Dumett en un reciente ensayo de novela histórica (“El camarada Jorge y el dragón”), fue un destacado dirigente político que, tras una visita a la Unión Soviética, regresó al Perú con la directiva de organizar el partido comunista peruano al lado de José Carlos Mariátegui. Unos años después trocó su fe en la revolución socialista en una activa campaña contra lo que pasó a denominar en su autobiografía como “La gran estafa” (México, 1952). Haya de la Torre fue el líder político que en los años 20 y 30 hizo del antiimperialismo una bandera de lucha de los pueblos latinoamericanos, pero que en las décadas siguientes pareció desdecirse de su prédica, pactando con regímenes representativos de intereses oligárquicos y proimperialistas como los de Manuel Prado o el movimiento odriísta.

No se trata de episodios ocurridos solo al compás de la guerra fría, y que podríamos dar por superados. En épocas anteriores ocurrió también un tránsito desde posturas liberales (que por entonces representaban lo moderno) a unas conservadoras. Como en los casos del ideólogo del general San Martín, Bernardo Monteagudo, que después de promover la revolución de independencia en esta patria, terminó proponiendo un gobierno monárquico, el sacerdote e ideólogo Bartolomé Herrera, los escritores Felipe Pardo y Ricardo Palma o el historiador José de la Riva-Agüero.

¿Qué explican estos tránsitos, que, más que de ideas, llegaron a ser de credos? ¿La sabiduría de los años y las experiencias vividas? ¿La pérdida de ilusiones en el cambio social o la especie humana, que quizás disminuye con el tiempo? ¿Los compromisos y los intereses materiales que vamos adquiriendo en vida y comienzan, inconscientemente, a condicionar nuestro pensamiento, como apuntó en su día el ?

Si tomáramos en cuenta la explicación de los propios conversos, la respuesta sería la primera opción: haber sido testigos de que los resultados de lo que predicaban no se parecían a lo imaginado, sino a una pesadilla en la que los elementos del programa terminaban entremezclados de formas imprevistas y con consecuencias pavorosas. Pero bien sabemos que no debemos juzgar a los hombres solo por lo que estos piensan de sí mismos; de modo que el debate continúa abierto.




*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Carlos Contreras Carranza es Historiador y profesor de la PUCP

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