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Muros que no pueden borrarse
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Octubre se aleja luego de haber transformado las calles en un escenario de protesta y en espacio sagrado. La llamada generación Z se alzó pidiendo seguridad y un alto a la corrupción, y la hermandad del Señor de los Milagros cumplió el ciclo ritual de llevar la imagen de Cristo por las calles de Lima y el Callao.
Hay algo que me parece importante recordar, y es que, en su origen, la imagen del Señor de los Milagros también existió fruto de la rebeldía. Fue creada por un grupo oprimido y explotado como lo fue la población esclava. Según la tradición, inicialmente el culto fue visto como un acto transgresor por parte de un grupo excluido, pero, gracias a la presencia del milagro, la imagen no pudo ser destruida. La imagen, pues, representa en sus orígenes un acto de resistencia, de negociación con la religión oficial, de poder simbólico y, finalmente, de integración. Integración en el sentido de que lo que fue visto como una manifestación cultural de un grupo oprimido terminó siendo apropiado por todos y hoy en día tenemos imágenes del Señor de los Milagros en todo el Perú. La imagen es acompañada por peruanos de todas partes del mundo y pasea entre los ciudadanos de a pie y los edificios que representan el poder oficial. Todo empezó con un muro que las autoridades inútilmente intentaron borrar.
Las marchas, si bien no buscan un carácter religioso, cumplen la misma función de reunir a una comunidad que comparte un mensaje y una emoción a través de símbolos. Se podría decir que son rituales modernos que buscan también el objetivo de transmitir la búsqueda de un cambio. ¿Qué cambio? Algo tan simple como lograr sentirnos seguros en las calles, derogar las leyes que favorecen a la delincuencia y cambiar un Congreso que, por increíble que parezca, ya no se preocupa en cubrir su propia corrupción.
Mientras en el caso religioso, el ritual fue asimilado por los estamentos del poder, en el caso de la manifestación juvenil la acción es reprimida. Las armas de fuego que llegaron con la conquista reaparecen nuevamente para “mantener un orden” que cada vez parece más simbólico, pues son las mismas autoridades las que estimulan el caos.
Sea para procesión como para protesta, la música y los símbolos nos recuerdan que el arte ha sido el arma más querida de los humanos. Así también siempre he pensado que, al no tener las autoridades que necesitamos, pero sí los artistas que merecemos, el atentado contra el querido grupo Agua Marina fue el detonante para vacar, convenientemente para el Congreso, a la expresidenta. También el hecho de que un joven haya perdido la vida por protestar nos indigna y nos une al espíritu que Trvko representaba a través del rap, un género musical cuyo poder ha sido y será dar y compartir la voz de quienes no la han tenido por décadas.
Varias veces he pasado camino al trabajo cerca del muro ubicado frente al Estadio Nacional. Ahí vi murales con los próceres y héroes de la historia peruana como los recordaba en los textos escolares. Poco después lo vi iluminado por los personajes de Akira Toriyama, donde los héroes ahora eran los de la mitología de Dragon Ball. Como todo arte que tiene vida, los mismos artistas cambiaron el mural por un homenaje a Trvko. Hace poco, agentes municipales borraron de manera prepotente y siguiendo órdenes superiores el mencionado mural. No muy lejos de ahí ha pasado la imagen del Señor de los Milagros, que nos recuerda que hay murales que las autoridades no pueden borrar porque ya están en nuestra memoria y en nuestra emoción.

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