Negligencia médica, por Andrés Calderón
Negligencia médica, por Andrés Calderón
Andrés Calderón

“[Shirley Meléndez] vino por un tratamiento de cálculos renales en Essalud y ha terminado con amputaciones de las dos piernas y de parte de los brazos”. “Es absolutamente escandaloso que tengamos este tipo de tratamientos médicos”.

La cita parcial corresponde al presidente Pedro Pablo Kuczynski. Para él y muchas personas, el lamentable caso de Shirley Meléndez ameritaba una condena anticipada y quizá más enérgica que la proferida en video por el presidente. Las palabras ‘negligencia’ y ‘mala praxis’ invadieron, como tantas veces, los medios periodísticos y las redes. Algunos días después, sin embargo, se conoció que el caso no era tan sencillo ni escandaloso como se pensaba y que la paciente había sufrido una infección severa –cuyo origen aún no ha sido completamente determinado– devenida en sepsis, y que la decisión de amputación de las extremidades necrosadas se tomó para salvar su vida.

Quizá por la influencia de tener familiares y amigos médicos, me preocupó la laxitud con la que se lanzaban calificativos a los médicos tratantes y decidí estudiar un poco más el tema. En particular, y trascendiendo al caso concreto, mi objetivo era entender un poco más sobre la llamada negligencia médica y las circunstancias que la determinan.

Pues periodistas, abogados y, en general, muchas personas suponemos que lo que separa una atención médica diligente de una negligente es una frontera clara y unívoca con prescindencia del contexto. Y no es así. La diligencia y la negligencia son estándares legales creados para medir una acción humana y varían según las circunstancias. Me excuso por la sobresimplificación del ejemplo, pero no juzgaríamos por igual a un restaurante cinco tenedores que a un puesto de comida en el mercado. En un servicio tan complejo y donde tantas cosas pueden salir mal, como el servicio de salud, las condiciones pueden ser determinantes.

Conozcamos entonces un poco del servicio médico en el Perú. Un médico en Essalud –su situación en el Minsa, probablemente sería menos favorable– puede trabajar en promedio 150 horas al mes (6 o más horas diarias y 12 horas cuando le toca guardia). Si no está operando, atiende un paciente cada 12-15 minutos. Su sueldo está alrededor de los S/5.000 mensuales, cifra que supera el ingreso del peruano promedio, aunque no parece mucho cuando tomamos en cuenta la responsabilidad que asumen.

Responsabilidad que incluye también las potenciales demandas a las que estará expuesto, sea porque realmente hubo una mala praxis, aunque en la mayoría de casos será por un problema que escapaba de sus manos (hubo demora en el ingreso del paciente, la enfermedad era intratable, no había los insumos adecuados o el lugar no estaba bien esterilizado, y un largo etcétera) o porque simplemente hay que encontrar un culpable.

Si este médico quisiera cubrirse de antemano por los gastos legales y eventuales indemnizaciones, tendría que contratar un seguro médico (por responsabilidad civil profesional) de su bolsillo, pues la mayoría de clínicas y hospitales en el país no lo pagan. Y esto lo cubriría solo si un juez determina que no hay negligencia, de lo contrario, igual pagaría.

La mayoría de centros de salud –incluyendo muchas clínicas ‘rankeadas’– tampoco responderían por el médico. En algunos casos, los contratos que celebran con los galenos contienen una cláusula que hace que estos últimos eximan de responsabilidad a sus empleadores. En muchos otros, se ha venido instalando una práctica que precariza aun más su situación. Los médicos deben constituir una empresa, la cual funcionará solo como fachada para que sea ella la que contrate con la clínica y emita facturas por los servicios del médico. Una forma de evitar que se produzca una relación laboral y que la clínica responda ante juicios e indemnizaciones por el tratamiento que brindaron sus trabajadores.

Resumiendo: no toda consecuencia adversa en la salud de una persona se debe a negligencia, no todo caso de negligencia es por negligencia médica, no hay un solo estándar de diligencia y negligencia para todos los casos, y si se produjera un daño para un paciente, quien tiene las de perder es el médico. Un pequeño vistazo a la realidad médica en el Perú para no ser negligentes con nuestras afirmaciones.