Ofender e incitar, por Ian Vásquez
Ofender e incitar, por Ian Vásquez
Ian Vásquez

La polémica acerca de la obra de teatro “” no duró mucho. Afortunadamente, la defensa de la libertad de expresión prevaleció, y murió la idea del Ministerio del Interior de hacer una investigación por el delito de apología del terrorismo. En el Perú, para que sea delito tiene que haber una incitación directa e inequívoca al terrorismo. Es preocupante que haya habido alguna confusión sobre ello dentro del gobierno.

No es un tema abstracto. Es tema central en Europa, y especialmente en Francia, que se supone está ahora liderando la batalla por la libertad de expresión a raíz de la masacre en “”. Desafortunadamente, no es tan así. Tan solo unos días después de la manifestación de millones de personas a favor de la libertad de expresión, Francia arrestó a 54 personas –ninguna de ellas relacionadas con la violencia que vivió París– por defender el terrorismo. 

Una de ellas fue un cómico antisemita que posteó un comentario en Facebook en el que aparentemente simpatiza con el terrorismo. Las leyes francesas permiten su arresto. Pero desde el punto de vista de la libertad de expresión, es absolutamente hipócrita.
El problema es que desde hace mucho tiempo ha estado criminalizando ciertas formas de expresión a tal grado que el experto legal Jonathan Turley dice que ha estado liderando la limitación a la libertad de expresión en el mundo occidental. Insultos o expresiones que incitan al odio motivado por la etnicidad, sexualidad o religión, por ejemplo, son ilegales. A diferencia de Estados Unidos o el Perú, en Francia es ilegal la incitación indirecta al terrorismo. Turley da ejemplos de cómo el permitir solo determinadas expresiones responsables termina en absurdos y contradicciones. 

Las leyes francesas, por ejemplo, se usaron por años para hostigar al mismo “Charlie Hebdo”. A Brigitte Bardot se le condenó en el 2008 por escribir una carta en la que habla mal de los musulmanes y los homosexuales. Las cortes francesas han declarado ilegales ciertos tuits antisemitas y ordenaron a Twitter que revelara los autores de estos. Una bloguera fue mandada por las cortes a cambiar el título de su posteo para que no apareciera de manera tan prominente en Google. 

Flemming Rose, el editor del periódico danés que en el 2005 publicó las controversiales caricaturas de Mahoma, documenta que esto es un problema europeo. Ya son 14 países en Europa que criminalizan la negación del holocausto y más están criminalizando otras formas de expresión consideradas odiosas. Así, un miembro de un partido político en Gran Bretaña fue condenado por poner un cartel en su ventana que decía “Islam fuera de Bretaña”, y artistas y ciertos medios en Alemania han sido condenados por caricaturas satíricas de políticos.  

Para Rose, los europeos, a diferencia de los estadounidenses, han respondido a una sociedad cada vez más diversa restringiendo la libertad de expresión, en torno a la idea de que hay que proteger a diversos grupos sociales de sentirse ofendidos. Pero crear tales derechos es incompatible con la libertad de expresión. Y no hay ninguna evidencia que funciona para calmar las pasiones. Es probablemente contraproducente, pues siempre habrá gente que legítimamente sienta que sus derechos de expresión están siendo violados. Es así que gente con ideas repugnantes, como es el caso del comediante antisemita, atrae creciente simpatía y seguidores. En Estados Unidos, en cambio, tanto los nazis y los racistas del Ku Klux Klan tienen plena libertad de expresión y no se los toma en serio, pues se les responde con argumentos y hasta insultos.
Lo que ocurre en Europa es absolutamente relevante para el Perú. No hay que cometer los errores de los europeos.