"Es que la ideología marxista-leninista no solo distorsiona la percepción de la realidad, sino también la acción" (Foto: Presidencia Perú).
"Es que la ideología marxista-leninista no solo distorsiona la percepción de la realidad, sino también la acción" (Foto: Presidencia Perú).
/ Jose Luis Cristobal
Jaime de Althaus

Un análisis simple de la conducta gubernamental del presidente concluiría que no estamos frente a un actor político racional. Si es verdad que la razón principal por la que cedió ante cuando quiso cambiar a fue la amenaza de que quedaría expuesto a una vacancia si rompía con Perú Libre, entonces la salida era extenderles lazos a las bancadas del centro y centroizquierda en el Congreso. Esto le hubiese posibilitado montar una alianza que le permitiera gobernar aplicando un programa de izquierda relativamente razonable, como el que propone la línea del ministro Pedro Francke en el Gabinete. Que era, además, lo que estaba implícito en la alternativa de Francisco Eguiguren como presidente del Consejo de Ministros.

En una democracia representativa, lo racional es que el presidente busque entenderse con el Congreso para poder gobernar. Pero si lo que se quiere es concentrar poder político y económico para perpetuar un régimen autocrático, la racionalidad es otra. Lo que se busca no es el consenso, sino la confrontación.

No hay otra forma de entender la reacción presidencial ante el pedido unánime de renuncia del ministro . En una democracia normal, se cede ante un pedido tan abrumador. Es un asunto de gobernabilidad y también de ‘ethos’: debe respetarse la opinión mayoritaria. No es posible tolerar como ministro a una persona vinculada al senderismo. Pero Castillo respaldó al ministro y su reacción fue abiertamente confrontacional. Disparó contra todos: los políticos, los congresistas y las empresas. Los enfrentó al pueblo descalzo, que él representa. Un populismo tan de caricatura, que ya ni se le hace caso.

Es que la ideología marxista-leninista no solo distorsiona la percepción de la realidad, sino también la acción, al punto de postular al partido como vanguardia del pueblo para tomar el poder por medio de la lucha armada y el asesinato de inocentes. La “guerra popular” ha sido dejada de lado por el momento, pero la política se convierte en la guerra por otros medios. Cerrón lo dice abiertamente. Y Castillo lo actúa. Viven en un mundo paralelo, extraído y extrapolado de los años 60 o 70, que nunca funcionó.

Cabe una explicación mucho más ramplona: una pataleta de Castillo ante el hecho de que Bellido, que responde a Cerrón, le haya pedido la renuncia a Maraví. Pero serían disputas o diferencias de poder, no ideológicas ni de radicalismo, pues Castillo está formando su propio partido (¡más radical aun que Perú Libre!), Partido Político Magisterial y Popular, sobre la base del Fenatep, el gremio magisterial derivado del Conare-Sutep, una vía por la cual el Movadef accederá por fin a la condición de partido político.

La asamblea constituyente es clave para ambos, porque es el ‘caballo de Troya’ perfecto. Es el instrumento para asaltar el poder, concentrarlo y perpetuarse en él. Sustituye a la lucha armada. Por eso le era difícil al Congreso negar la confianza si todavía no había aprobado la ley interpretativa de la cuestión de confianza. Aun así, el Congreso ha perdido capacidad de contrapeso, porque Bellido, envalentonado, ha amenazado con plantear dicha cuestión cuando se intente censurar ministros. Y la censura a Maraví es moralmente inevitable.

El contrapeso está ahora más en manos del sistema judicial y de la prensa, que están actuando con firmeza. Y hasta el momento las fuerzas armadas han logrado defender su institucionalidad. Pero la policía podría terminar mediatizada, como ya se ha intentado. No sabemos qué condición le habrá exigido Castillo a su nuevo comandante general.

Alguien tiene que convencer a Castillo de enmendar. Podría ser un gran presidente si ayudara a transformar la economía andina con el viento favorable de la economía. Mientras tanto, la sociedad tiene que organizarse para defenderse. El país se está hundiendo poco a poco.