"País seguro vivió muchos años", por Cecilia Valenzuela
"País seguro vivió muchos años", por Cecilia Valenzuela
Redacción EC

En su última entrevista, sostuvo “Hay dos fuentes de más del 60% de delitos en el Perú: uno, la , y dos, el narcotráfico”.

Al iniciar su gobierno decía que el origen de la violencia estaba en el crecimiento económico; después de la captura de ‘Artemio’, que estaba en el terrorismo, al que su gobierno combatía exitosamente; hace poco afirmó que la corrupción pagaba la violencia. Y ahora resulta que el origen está en la minería ilegal y el narcotráfico.

Nos queda claro que el presidente no ha logrado identificar la causa de la inseguridad en la que vivimos los peruanos. Y que, por eso mismo, no ha sido capaz de proponernos un plan, ni de priorizar el objetivo que debe atacar primero.

Al interior de nuestro país la violencia está alrededor de la droga y del oro ilegal, pero también del contrabando y de las herencias de ; en el campo, las rondas campesinas que el Estado no desarmó hacen lo suyo; y SL sigue operando en el Vraem.

En las ciudades, el sicariato cobra cada vez más vidas. Antes se lo relacionaba únicamente con el narcotráfico, pero ahora está claro que hay sicarios y mafias alrededor de la venta de armas, de la política, del sindicato de Construcción Civil, del fútbol y hasta de la industria gastronómica. Mientras tanto, las invasiones y la extorsión son parte del ir y venir de las empresas privadas que venden seguridad; cada vez se denuncian más casos en los que ellas contratan delincuentes para invadir los terrenos que luego obligarán a vender, malbarateados, a sus aterrorizados propietarios.

Pero la violencia callejera, la que ajusta cuentas por entradas al estadio, la que asalta a mano armada y mata cambistas, la que secuestra emprendedores y empresarios, la que roba a los ciudadanos cuando paran en el semáforo, esa tampoco se queda atrás.

Mientras, existe corrupción en la Policía, que ni siquiera trabaja a tiempo completo, en el Ministerio Público y en el Poder Judicial. Se han gastado recursos millonarios, pero hasta ahora el gobierno no nos dice dónde está el problema. ¿Arriba o abajo? Ni cómo se va a solucionar.
  
¿Acaso la violencia es intrínseca a la ideología de los peruanos? Ni siquiera eso tenemos claro. El gobierno no conoce el origen del problema, por lo tanto no imagina cómo solucionarlo. No hay diagnóstico, pero lo peor es que tampoco hay voluntad real de parte de los que dirigen el país.

No ha habido una sola CADE dedicada al problema de la seguridad; no hay un partido político organizando foros, llevando el debate al Congreso ni a la televisión. Hace tres años, celebrando el éxito económico de su segundo gobierno, el ex presidente García me dijo en una entrevista que él no tenía alma de comisario, yo le había preguntado por la inseguridad.

Ni el anterior ni el actual gobierno han abordado realmente el problema, nunca han pensado en un ministro del Interior con experiencia gerencial. Han elegido amigos que fueron policías o militares, o intelectuales que dedicaron sus últimos años a estudiar la violencia en una ONG.

Las élites del país no están dispuestas a jugársela para defender sus derechos y los nuestros. No les importa que estemos jugándonos el derecho a la vida, a la propiedad, y a la prosperidad.