El partido de Nadine, por Juan Paredes Castro
El partido de Nadine, por Juan Paredes Castro
Redacción EC

El presidente Ollanta Humala se pregunta, con sorna, cuál es el problema de haber invitado a gobernadores distritales del país a la celebración del fallo de La Haya en Palacio.

El problema, que no tiene nada de gracioso, es que se trató de una celebración del Partido Nacionalista, en la que decenas de gobernadores, todos funcionarios asalariados del Estado, se vieron obligados a participar del ánimo proselitista y triunfalista de los convocantes, inclusive luciendo camisetas con el símbolo de la militancia humalista (la letra O de Ollanta en el pecho).

Pocas horas antes, el propio Humala había dirigido al país un sobrio mensaje, despojado de gestos y adjetivos que pudieran exhibir al Perú fuera de foco y de tono, frente a Chile.

¿Qué necesidad había de añadir a la ponderación oficial un ruidoso mitin partidario?

El otro problema es que los gobernadores, más que invitados, fueron llevados a Palacio para llenar de ocasión los vacíos de sostén y apoyo social que no hubiera podido concretar espontáneamente el Partido Nacionalista.

Queriéndolo o no, los gobernadores se convirtieron, entre la lealtad al salario y la obligación del cargo, en entusiastas cuadros de línea del partido de gobierno.

Por supuesto que ningún gobernador intuye su suerte a partir del 28 de julio del 2016. Es más: el propio Partido Nacionalista no podrá diferenciar para entonces su militancia dura y pura de aquella otra a la que le insufló vida y presencia la planilla del Estado.

El tercer problema toca el presente y futuro políticos de Nadine Heredia, ahora más interesada que nunca en saber si el es lo que se cree que es. Quizá ella ya empieza a ver en él la versión fantasmal típica de las organizaciones políticas a la sombra del gobierno de turno. O  simplemente un estado de ánimo hecho de siglas y adulonería que puede acompañar al régimen al final de su mandato. Justo en circunstancias en que ella preside el PNP por designación de su esposo y confirmación de un comité ejecutivo que aparentemente las bases no han elegido.

Nadine Heredia necesita saber también si la inversión política en tantos gobernadores, aunque con dinero del Estado, no representa más bien, para el Partido Nacionalista, para Humala y para ella misma, una suerte de autoengaño político que de poco o nada serviría a una eventual candidatura presidencial suya el 2021.

No sería la primera vez que una gestión presidencial acabara sin partido o casi sin partido. Tampoco sería novedad que Nadine Heredia tuviera que prestarse un partido para el 2021. Ya lo hizo Ollanta Humala el 2006, cuando alquiló Unión por el Perú. Y ni hablar de su alianza con Perú Posible que le permitió asegurar su victoria en segunda vuelta el 2011. Alianza, por cierto, con la cual aun sobrevive.

El riesgo que corre Nadine Heredia es que pueda perder soga y cabra, en la medida en que quiera aferrarse a un cogobierno que la desgasta día a día y busque mantenerse en el tira y afloja de una candidatura presidencial legalmente inviable.