Si algún rasgo define de manera inequívoca a Vladimir Cerrón, es el de ser muy dinámico. No bien quedó claro que Pedro Castillo sería proclamado presidente por el JNE, se apresuró a anunciar un congreso nacional de su partido, Perú Libre, que deberá celebrarse hoy en la Casa del Maestro. En él se abordará un temario variado, que va desde la evaluación del reciente proceso electoral hasta la renovación de autoridades en los comités nacionales y regionales de la organización política que encabeza, pero el plato fuerte será sin duda una exposición a cargo del propio profesor Castillo que llevará por título “Expectativas, objetivos y metas irrenunciables del gobierno de Perú Libre” y que desde ya despierta algunas interrogantes.
La primera de ellas, asociada al nombre de la ponencia y, sobre todo, a la identidad de quien se lo puso, pues resulta inevitable detectar en el fraseo elegido un cierto ánimo de camisa de fuerza que apuntaría a la intervención de alguna voluntad externa a la del charlista. Nadie se empeñaría, en efecto, en catalogar determinados objetivos del futuro gobierno como “irrenunciables” si no fuera porque percibe la renuncia a alguno de ellos como un peligro inminente y fuera de su control. Y la verdad es que, visto bajo esa óptica, el cónclave de hoy empieza a parecer una encerrona.
–Amarres de chamán–
Los rumores sobre la distancia o cercanía entre Cerrón y Castillo que animaron la segunda vuelta han alcanzado en estos días niveles de paroxismo. Cada visita al presidente electo por parte de algún político o exfuncionario que no pertenezca al círculo de Perú Libre es motivo de mil especulaciones excluyentes entre sí. A ratos, la designación en el MEF de alguien que al menos sepa distinguir entre PBI y presupuesto es asumida como inexorable por los optimistas que no han estado prestando atención; y a ratos, en cambio, las señales del advenimiento de una versión criolla del chavismo son registradas como definitivas por los menos ilusos.
Contribuye a esa diversidad de interpretaciones, desde luego, la ausencia de palabra de maestro alguna que permita barruntar hacia dónde se inclina en medio de esta tormenta el presunto timonel en ciernes. Y también, por cierto, el hecho de que en los intersticios de ese silencio se cuele el exgobernador regional de Junín para lanzar anuncios que lo presentan como el titular de una importante dosis de autoridad con respecto a lo que tendrá que hacer o dejar de hacer la administración que está por estrenarse.
“Quiero poner en conocimiento de la población que el presidente electo […] es el maestro Pedro Castillo Terrones”, recita él como para curarse en salud de las sospechas que se tejen en torno a un eventual propósito suyo de colocarle bridas al próximo inquilino de Palacio. Pero si uno lo piensa, la sola circunstancia de que se sienta en la necesidad de hacer la aclaración resulta alarmante.
A renglón seguido, además, notifica a la opinión pública que los procesos de transferencia en los sectores Vivienda y Salud serán liderados por Daniel Salaverry y Hernando Cevallos, respectivamente. Y que Roger Nájar “es la propuesta para el premierato del gobierno”. Declaraciones que son recogidas por los coleguitas apostados en la puerta de la Casa del Maestro como designios divinos sobre lo que nos espera a los peruanos a partir del 28 de julio.
De todos los asuntos en los que parecería existir un afán de Perú Libre y su mandamás por evitar que el maestro se les escape, sin embargo, el de la pretendida Asamblea Constituyente daría la impresión de ser el más agobiante. No ignoran en la cofradía del lápiz que hasta en las bancadas de los partidos más neutrales frente a ellos la sola mención de la idea ha provocado una exhibición de colmillos, ni que el presidente Sagasti, tan nebuloso por lo general en sus mensajes políticos, le ha desaconsejado a su sucesor insistir con la matraca. Y por eso es tan fácilmente identificable detrás de la cita de hoy el propósito de atar al profesor a la mentada iniciativa con amarres de chamán.
–Nada de licencias gratis–
En honor a la verdad, no es muy claro que Castillo quiera desentenderse ahora del embeleco que durante los últimos meses repartió por calles y plazas –esto es, la especie de que la solución a todos los problemas que nos aquejan consiste en decir en un nuevo texto constitucional que tenemos derecho a que sean solucionados–, pues el costo político de hacerlo (en lugar de dejar que sea el Parlamento el que le corte las alas al proyecto) se le debe antojar poco atractivo.
Pero en Perú Libre, como se sabe, no son muy amigos de entregar licencias de manera gratuita y, en consecuencia, le han preparado un peruanísimo corralito para impedir que se le ocurra tomarse una.
Así las cosas, si Castillo logra hoy asomar en algún momento de la reunión de marras para tomar aire, será seguramente porque descubrió un pasillo secreto que conducía a la calle. Porque a Cerrón quizás no lo querrá tener “ni siquiera de portero” en institución alguna del estado, pero las llaves de este congreso no se las quita ni echándole encima una brigada de ronderos con machete.