Promuevo con mis alumnos de Derecho Constitucional y de Ciencia Política un debate del tipo diálogos socráticos. Se trata, a partir de una pregunta, de reflexionar sobre los problemas más acuciantes de la realidad nacional:
–Profesor: Hablemos sobre la educación. ¿Qué quieren en esta área? Piénsenlo bien.
–Pedro: En los países más desarrollados, la educación tiene una gran calidad desde la inicial hasta la universitaria. Los profesores son auténticos pedagogos; los locales tienen los espacios que responden a una concepción integral de educación que comprende conocimiento, métodos de estudio, idiomas, cultivo de las artes, de las ciencias, de las destrezas técnicas y de los deportes. Aspiro a que nuestro país tenga una educación acorde con sus características pluriculturales, con una comunidad educativa que respete a la dignidad de la persona.
–Profesor: Aprecio el valor que otorgas a la educación y destaco el optimismo de la parte final, en que dejas un espacio a la esperanza de contar, más pronto que tarde, con una educación de calidad. Hablemos ahora de la política. ¿Qué esperan de ella?
–Alonso: Me gustaría que la política convoque a los mejores de todo el espectro social, de modo que sean representativos, inteligentes, cultos, con talento y emoción social para servir al país y no para hacer de la política un oficio para satisfacer los apetitos de poder. Tal como la veo ahora, la política no me atrae.
–Carmen: ¡Discrepo! Si, en lugar de menospreciar la política, nos preocupásemos por la solución de los problemas existentes y ser más participativos, la “clase política” tendría una conducta diferente, porque sentiría de cerca el control ciudadano, que para mí es más importante que el que se hace en el Congreso o en el Ministerio Público, control que no me genera confianza.
–José: Lo que falta es identidad política y ciudadanía. Por este desinterés colectivo, la política está como está. No hay cuadros nuevos, no hay renovación. ¡Debiera darnos vergüenza que desde el 2001 todas las elecciones sean siempre con los mismos políticos!
–Elena: He pensado bien qué quiero de la política. Y el resultado es ¡nada!
–Profesor: Ahora pasemos a la economía, tema complejo. Piénsenlo bien.
–Ángel: Lo que me enseñan aquí en la universidad es que ella existe para atender las necesidades de todos. ¿Es así? Por otro lado, nos dicen que crecemos, pero miro, pregunto y la respuesta es que todo sigue igual. Luego me dicen que el crecimiento está bajando, claro para los que tienen algo. Para el resto, es decir, para la mayoría, es lo mismo que ayer y posiblemente que mañana. La economía me pone de mal humor.
–Eduardo: Somos un país con inmensos recursos naturales, una ubicación geográfica con ventajas comparativas y un patrimonio cultural muy rico. ¿Por qué somos un mendigo sentado sobre un banco de oro? Pienso, comentando a Vargas Llosa, que el Perú se jodió cuando, en vez de organizar bien la economía y darle valor a nuestros recursos, perdimos el tiempo en rencillas internas, golpes de Estado y discrepancias raciales.
–Profesor: Por último, ¿qué queremos de la cultura?
–Carla: Estuvo bien crear el Ministerio de Cultura, pero no se le ha otorgado la importancia debida y me parece mal que en la llamada “inclusión social” no exista ninguna política cultural inclusiva. ¿Cuándo entenderán que la vida cultural nos da identidad y nos hace nación?
–Giovanna: Evidentemente, somos un país pluricultural, con una vertiente originaria y otra occidental. Somos el país mestizo descrito por el Inca Garcilaso, aunque hay que enriquecer el concepto, el de todas las sangres analizado por Arguedas. Tendríamos que reconciliarnos con la diversidad de nuestro paisaje. Amar el mar, la puna, el bosque tropical, el sonido de la quena y el dolor contenido del yaraví. Y al descansar en nuestras casas leer a César Vallejo o a García Lorca, mientras escuchamos a Mozart, a Beethoven, a Verdi. Tenemos la posibilidad de enriquecernos con la interculturalidad. ¿Qué esperamos?