“En un mundo pos-COVID-19, el hacinamiento, la pobreza extrema y la falta de atención médica no pueden ser ignorados”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“En un mundo pos-COVID-19, el hacinamiento, la pobreza extrema y la falta de atención médica no pueden ser ignorados”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Marco Kamiya

¿Cuándo regresarán las cosas a la normalidad? La respuesta es nunca, porque el coronavirus marca un punto de inflexión fundamental en nuestra trayectoria global. Quien dice esto no es Joseph Stiglitz, Saskia Sassen o Mariana Mazzucato, quienes han sido siempre críticos de los desajustes del sistema, sino el , la organización que en gran medida representa a las grandes corporaciones internacionales y que se reúne en enero de cada año en Davos, Suiza.

En el reciente libro “COVID-19: El gran reinicio” (“The Great Reset”, junio 2020), escrito por Klaus Schwab, director del Foro Económico Mundial, y Thierry Malleret, se sostiene que la pandemia constituye el comienzo de una nueva era que debe transformar el capitalismo en su esencia más íntima. La pandemia solo acelera y amplifica las tendencias subyacentes y si el mundo marcha hacia una contaminación destructiva, sin sistemas adecuados de salud, con falta de servicios básicos, estos problemas solo se han hecho más visibles. Si el mundo en desarrollo tenía barrios marginales y ciudadanos viviendo con ingresos de jornada, sin medicina preventiva, habitando edificios derruidos, se ve ahora la realidad desnuda.

El contrato social, que es un concepto de la teoría política, se define como un conjunto implícito de normas entre los ciudadanos e instituciones para lograr prosperidad colectiva donde la confianza es el elemento central. Las personas deben mantener el orden cívico, trabajar, y pagar sus impuestos, mientras delegan a sus gobiernos la administración de sus sociedades. Si los gobiernos no pueden garantizar la seguridad, crear empleo y bienestar, o proteger frente a guerras, pandemias, o desastres naturales, el contrato se puede invalidar, dando lugar a desórdenes y protestas.

Schwab propone que, en enero del 2021, la reunión de Davos gire en torno al gran reinicio del capitalismo para discutir un nuevo contrato social integrando a los gobiernos, empresas y ciudadanos. La propuesta del FEM es muy positiva, porque el sector privado –la manufactura, la banca, los servicios– es esencial para atravesar las crisis y reconstruir las sociedades.

“El gran reinicio” se divide en tres partes, el ‘macro’ de la globalización y de la política, el ‘micro’ de las empresas, y ‘el individual’. El análisis de las tendencias macro describe la interdependencia, la velocidad y la complejidad del mundo actual. En este contexto, la sociedad, la economía, el medio ambiente y la tecnología aceleran su transformación. Por ejemplo, en la economía: el bienestar va a tener más importancia que el crecimiento darwiniano y acelerado, tal vez no crecer sea bueno si se puede preservar la salud. Para desarrollar esta nueva visión, las mediciones de crecimiento, tales como el producto bruto per cápita, tendrán que ser integradas con otros indicadores más sociales, que midan la prosperidad de los ciudadanos. La ciudad de Ámsterdam en Holanda, por ejemplo, ya está aplicando esta nueva métrica en sus políticas públicas.

En el nivel micro, que se refiere a las empresas, se describe los acelerados cambios, tales como los efectos , la reducción del consumo conspicuo, la preferencia por la comunicación virtual, la disminución de los viajes y otros que van a refundar industrias y procesos. En el caso de las cadenas de suministro global, las industrias tendrán que diseñar sistemas que sean resistentes contra los vaivenes de la geopolítica o las pandemias, así la maximización de la eficiencia va a ser reemplazada por el fortalecimiento de la ‘resiliencia’: los costos serán mayores, pero los beneficios sociales aumentarán.

La tercera sección es el reinicio del individuo. Esta tiene que ver con la reformulación de los imperativos morales que enfrentan todas las sociedades. En un mundo pos-COVID-19, el hacinamiento, la pobreza extrema y la falta de atención médica no pueden ser ignorados (recordar que la esclavitud y la segregación racial fueron alguna vez toleradas y comunes). En esta crisis existencial, donde nada es previsible, excepto la incertidumbre, el FEM coincide con las Naciones Unidas y con la comunidad internacional en que un nuevo contrato social es imperativo.


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