Fernando  Bravo Alarcón

Frente a la sólida evidencia de que la atmósfera terrestre, Naciones Unidas dixit, enfrenta un proceso de “ebullición global”, ha hecho su aparición un negacionismo climático de nuevo cuño, más sofisticado y sutil, que toma distancia de aquel que con gran carga ideológica y rudeza –una suerte de “negacionismo bruto y achorado” – venía negando desde hace años tanto la elevación de la temperatura promedio mundial como la responsabilidad de la humanidad por dicha situación.

Se trata de los llamados quienes posiblemente notaron lo poco rentable y sostenible que significaba continuar con posturas toscas y cerradas frente a la evidencia científica, volviéndose necesario hacer un repliegue argumentativo, con tal de no perder llegada en los circuitos políticos, ideológicos y mediáticos que acogían al negacionismo climático tradicional. A diferencia de este último, estos nuevos negacionistas sí aceptan la existencia del y la necesidad de dar algunas respuestas, pero estiman que no hay tanta urgencia para ello, propugnando la postergación de acciones y descalificando a la ciencia climática por ser demasiado “alarmista”.

De igual modo, aparte de desvirtuar la efectividad de las energías renovables, estos “retardistas” del clima apuestan por la milagrosa aparición de futuras tecnologías que resolverán el problema del calentamiento. Asimismo, siembran dudas sobre la viabilidad de las propuestas emanadas de las cumbres ambientalistas y confrontan a la ciencia climática con la globalización, bajo la idea de que quienes estudian estos temas y lanzan advertencias son contrarios al progreso económico.

Un elemento en común que tienen los “retardistas” climáticos con sus viejos inspiradores es quizás su batalla ideológica contra los movimientos ecologistas, las ONG, los medios, los académicos, líderes políticos e influencers que adhieren los informes del Panel Intergubernamental de . Todos estos actores tendrían una actitud adversa a la globalización económica, por lo que se justificaría confrontarlos y desmontar sus “perversas” agendas.

Algunas cifras de la mayor presencia de los ‘climate delayers’ en las redes sociales en años recientes las ha dado el informe titulado “The new climate denial”, presentado el 2024 por la ONG británico-estadounidense Center for Countering Digital Hate. Utilizando inteligencia artificial, revisaron 12 mil videos sobre asuntos climáticos alojados en la plataforma YouTube entre el 2018 y el 2023, detectando un cambio sustantivo en la narrativa adversa al consenso climático: si en el 2018 el 35% del total de las publicaciones negacionistas correspondía a las de los nuevos “retardistas” del clima, en el 2023 estas treparon al 70%.

También hallaron que en ese mismo período los dichos que calificaban al calentamiento planetario como un engaño (negacionismo tradicional) disminuyeron del 48% al 14%, mientras que los contenidos que desmerecían las (un argumento típico del negacionismo “retardista”) crecieron del 9% al 30%. Con estos cambios y matices logran evadir las restricciones de uso introducidas por YouTube respecto de los contenidos que atacan la evidencia científica sobre el cambio climático. Por su parte, la coalición , que trabaja contra la información errónea sobre el clima, ha reportado que la plataforma X (antes Twitter) se ha vuelto excesivamente tolerante con las posiciones negacionistas, multiplicándose tremendamente.

Quizás ya no llame la atención que la ciencia climática se haya convertido en objeto de ataque por parte de posiciones no precisamente científicas. Vivimos tiempos donde el terraplanismo, los antivacunas, el negacionismo, el conspiracionismo y otras actitudes anticientíficas se adhieren con cierta facilidad a las mentes y las emociones de la gente. ¿Cómo neutralizar esto? No hay una única respuesta, pero la información bien comunicada y respaldada en evidencia siempre será un tenaz punto de apoyo. Y las políticas públicas sobre el clima tienen que ser responsables, realistas, coherentes y continuas. De lo contrario, el negacionismo de todo tipo seguirá floreciendo gracias a los propios agentes que dicen abrazar el consenso climático.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Fernando Bravo Alarcón es Sociólogo de la PUCP

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