¡No renuncien a su identidad!, por Hugo Guerra
¡No renuncien a su identidad!, por Hugo Guerra
Hugo Guerra

Si la segunda vuelta electoral es entendida por Keiko y PPK como un reto de competencia dentro de la racionalidad, los peruanos tendremos una gran oportunidad para consolidar la democracia liberal. Pero si prima la angurria de poder, corremos el riesgo de desbarrancarnos como república fallida.

Competir racionalmente implica que los candidatos, primero, se reúnan para identificar sus puntos de congruencia ideológica y programática, para luego salir a la conquista de los votos mostrando las diferencias claves a través de debates técnicos y alturados. 

Competir para llegar a la presidencia a cualquier costo supone, en cambio, persistir en la politiquería del insulto, del agravio mutuo y de los pactos contranatura con organizaciones y partidos que propugnan la destrucción del modelo económico y democrático que tanto tiempo y sufrimiento nos está costando rescatar desde hace casi treinta años.

Keiko y PPK, efectivamente, deben entender que su gran coincidencia está en que ambos lideran una corriente de centro-derecha desde la cual pueden aglutinar a sus propios seguidores y también convocar a ese número importante de ciudadanos que apostaron fallidamente por el Apra, Acción Popular, Perú Posible y los partidos que no pasaron la valla. La convocatoria esta vez debe ser apelando a la capacidad de decisión racional de los electores, a quienes no deberían ver más como un botín humano al cual se le trata irrespetuosamente exaltando su pasión y odio.

Suponer que en el Perú no hay espacio para hacer política decente, con valores, principios y programas, implica insultar a 32 millones de habitantes. Y es que, cuidado, detrás de esa máscara de aparente frivolidad y farandulismo, los ciudadanos sí saben bien cuáles son sus problemas vitales y quién puede resolverlos desde el gobierno. De modo, pues, que basta de menosprecios.

Keiko y PPK también deben entender que hay dos enemigos comunes para ellos y para el país: primero, la izquierda marxista, que, pese a su abrumadora derrota (el 77% de electores desprecia su propuesta), hoy quiere presentarse como la ‘reserva moral’ del Perú. Nada más falso y arrogante, tratándose de comparsas de la corrupción del régimen que termina en julio de este año, de personajes revocados por su incompetencia en el gobierno municipal y de cabecillas antimineros y revoltosos que generaron la parálisis económica y la muerte de muchos ilusos desde el 2011.

El fujimorismo actual no es el del autócrata preso, y el PPK presente tampoco es el simple funcionario técnico del pasado. Comprender esto supone madurez democrática y exige que los candidatos presidenciales compitan sin renunciar a su identidad y, mucho menos, en alianza nefanda con una izquierda marxista que no se levanta del diván del psiquiatra desde la década de 1960.

El segundo enemigo es el posible desgobierno. Las ánforas han dicho que el fujimorismo tendrá control del Ejecutivo y del Congreso, pero eso no significa carta blanca para el avasallamiento de las demás fuerzas políticas. Más bien es una oportunidad para demostrar auténtica voluntad democrática y vocación concertadora. De modo que tengan cuidado con lo que digan y hagan en esta segunda vuelta. No desbarranquen al Perú.