Ilustración: Giovanni Tazza
Ilustración: Giovanni Tazza
Gonzalo Portocarrero

Vivimos un momento de cambios muy profundos en el planeta. Pero, a diferencia de otras épocas, ahora no sabemos dónde vamos. Durante la Guerra Fría el drama de la historia humana tenía como protagonistas a las democracias capitalistas de Occidente y a los regímenes dictatoriales del Este. En un inicio, muchos pensaron que el socialismo habría de triunfar, pues era un régimen que aparecía como más justo y racional que el capitalismo de libre mercado.

Pero, una vez más, las cosas no ocurrieron como se tenían previstas. En muy pocos años, los regímenes del Este se desmoronaron, mostrando su entraña de corrupción e ineficiencia y dejando el espacio libre para un crecimiento del mercado y una privatización de la propiedad pública.

Se aceleró el cambio tecnológico que impulsó la globalización. Los países ricos se reservaron la producción con un mayor componente científico, y delegaron la producción de bienes intensivos en mano de obra a los países del Tercer Mundo. Entonces, las ganancias se dispararon y se acumularon enormes excedentes, difíciles de gestionar pues en el Primer Mundo las remuneraciones se estancaron como consecuencia de la caída del empleo y la creciente debilidad de los sindicatos.

En los países del Tercer Mundo, en cambio, las remuneraciones subieron. En especial en las regiones más integradas al proceso de globalización que multiplicaron sus exportaciones.

En principio, el crecimiento de la productividad es una estupenda noticia, pues hace posible mejorar los ingresos de los trabajadores, ampliando así el mercado para un inminente crecimiento de la producción cada vez más robotizada. Pero ello no ha ocurrido así. Las empresas siguen empeñadas en la reducción de sus costos laborales, de modo que se adueñan de la mayoría de beneficios del aumento de productividad.

La solución aparente es el incremento del crédito al consumo que permite el crecimiento de la demanda sin que ocurra lo mismo con los ingresos laborales. Los límites de esta fórmula se han hecho cada vez más evidentes, especialmente en Estados Unidos. La agresiva oferta de hipotecas condujo a que se ampliara la demanda, pero llegó un momento en que muchos deudores no pudieron pagar las cuotas a las que se habían comprometido. Estalló la burbuja inmobiliaria, los préstamos disminuyeron y en el 2008 entramos en una severa recesión.

La siguiente medida es bajar las tasas de interés a mínimos que se acercan al 0%. La idea con ello es reanimar la inversión.

En Suiza se propuso que el Estado pague a los desempleados y a los que no quieran trabajar un ingreso de aproximadamente US$2.400 mensuales. El proyecto nace de la proyección que el desempleo no hará más que crecer los próximos años debido al auge de la robótica. Se garantizaría así un ingreso para cada familia y, con ello, la posibilidad de encontrar mercados para la producción.

Un plebiscito fue llevado a cabo en el 2016 y el 78% de la población rechazó la propuesta. La iniciativa apuntaba a reformar la relación entre trabajo y remuneración, reduciendo el abanico salarial y haciendo posible que los ciudadanos puedan escoger sus actividades de acuerdo con sus deseos.

En el otro polo tenemos la política que intenta Donald Trump: disminuir impuestos a los más ricos, recortar beneficios sociales para los sectores medios y bajos, frenar la migración y expulsar a migrantes sin visa. También elevar aranceles y aumentar el gasto público, especialmente en defensa. Se trata de una propuesta regresiva en términos de distribución del ingreso y recesiva por la reducción del mercado a la que conduce.

Así, hay dos salidas para el aumento de la productividad que ocurrirá en los próximos años. El primero es el aumento de las remuneraciones, prestaciones sociales y ayuda al Tercer Mundo. El segundo es favorecer a los que más tienen, aumentar los gastos de defensa y replegarse sobre las propias fronteras.

En este complicado panorama, en el corto plazo, a la economía peruana no le está yendo mal, pues los precios de las materias primas se han recuperado notablemente. No se sabe cuánto tiempo durará esta bonanza. No obstante, a mediano plazo, el modelo primario exportador conduce a economías muy vulnerables, con ingresos excesivamente concentrados y sobreempleo en el Estado. Por lo que la única salida de fondo es la diversificación económica.