Un ‘selfie’ con el huaico, por Pedro Ortiz Bisso
Un ‘selfie’ con el huaico, por Pedro Ortiz Bisso
Redacción EC

Casquito y chaleco de rigor, botas de plástico para no arruinar los zapatos. Y prensa, mucha prensa, propia y la de afuera. El resto, lo de siempre: carpas, colchones, frazadas, medicinas, lampas y promesas, muchas promesas. Las de siempre.

Ese es el kit infaltable  de nuestros políticos cuando sucede una emergencia. Acaba de ocurrir con el. Acuden prestos, solícitos, a la zona de desastre. Se ponen serios o cariacontecidos, abrazan a las víctimas, a veces lloran. Saben que hay una cámara enfocándolos, una grabadora que registra sus voces, cientos de miradas escrutando sus rostros, tratando de medir la dimensión de su dolor. Estamos con ustedes, les dicen a los damnificados. No los hemos olvidado, ni los olvidaremos. Como siempre.

La verdad es que tal interés es mínimo o en los hechos no existe. El alcalde, el ministro o el funcionario de turno llegan siempre después, cuando ya sucedió todo. Aparecen para la foto, para el ‘selfie’ de rigor. Lo suyo es pura reacción, la prevención no existe.

Es que prevenir cuesta mucho. Ojo, entiéndase bien: aquí el asunto no es de dinero. La falta de presupuesto es un pretexto manido que sirve para lamentarse frente a la prensa. Prevención implica tomar decisiones, asumir responsabilidades, ponerse fuertes; en cristiano, pisar callos. Y eso, a nuestras autoridades, poco les interesa.

¿A alguien puede sorprenderle que viva gente en las quebradas de Chosica? ¿Hace cuántos años sabemos eso? No solo hay urbanizaciones consolidadas en la ruta de los deslizamientos, sino también asentamientos humanos y nuevas invasiones. ¿Qué de extraño tiene todo esto?

Ayer, una señora con su hijo en la espalda, que había perdido parte de sus cosas en la riada, decía haber pagado 500 soles por un lote a un dirigente de una asociación de vivienda que, vaya usted a saber por qué, había asumido poderes sobre tierra que no le pertenecía.

Otra vecina, damnificada también, denunció al mismo sujeto, el cual, a juzgar por su relato, debe ser el primer traficante de tierras del país con poderes sobrenaturales. De otra manera no se entiende cómo pudo asegurarle que no se preocupara, que comprara nomás el lotecito porque no iba a haber más huaicos en la zona.  

Aunque hubo un muerto –un minero artesanal al que le cayó una piedra–, la desgracia del lunes no fue mayor porque la gestión metropolitana anterior –esa que, dicen, no hizo nada– construyó muros y diques de contención. Lo hizo luego de los once huaicos que cayeron el 5 de abril del 2012, afectando a 5 mil personas y unas mil viviendas.

¿Hay voluntad política para combatir a los traficantes de tierras? ¿Se hace algo concreto para impedir que las rutas de los huaicos sigan siendo invadidas por centenares de familias? ¿Existe algo parecido a una política integral de prevención ante desastres naturales que, por ejemplo, impida el establecimiento de poblaciones en zonas de alto riesgo?

Las políticas de prevención no generan fotos ni titulares.

Hasta el próximo huaico.