"Terencio y las mujeres", por Marco Aurelio Denegri
"Terencio y las mujeres", por Marco Aurelio Denegri
Redacción EC

El comediógrafo latino Terencio decía: “Las mujeres no quieren cuando uno quiere.” (Mulieres nolunt ubi velis.)

Esta falta de mutualidad entre hombres y mujeres respecto a la gana copulatoria es ocurrencia común, porque en general ellas se entregan por amor y no solamente porque quieran gozar, al paso que ellos no necesitan amar para gozar; pero aunque amaran, tampoco gozarían más, porque está perfectamente averiguado que el estímulo erótico se desgasta con facilidad y rapidez. Eros vive de la variedad y cuando no las hay desfallece y si la pareja convive, entonces desfallece más y termina extinguiéndose.

A quienes tengan por inadmisible lo antedicho, les recuerdo lo que decía Anatole France. Decía: “No me interesa saber si lo que has visto te ha gustado. Me basta con que sea la verdad. No es la ciencia sino la poesía la que encanta y consuela. Por eso la poesía es más necesaria que la ciencia.”

Ayayero

Ayayero es creación léxica de los primeros años del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada (1968-1980). En la acepción de adulador no es documentable antes de 1968. En la acepción de jaleador, esto es, el que anima con palmadas, ademanes y expresiones a los que bailan y cantan, se documenta por primera vez en 1954, con uso entrecomillado del término, seguramente por su recientez. (Cf. Víctor Flores Aquino, Julio Falcón Portugal, Aurelio Collantes Rojas, Historia de la Marinera. Lima, 1954, 37.)

Cuando la muchachada universitaria de mi tiempo se enteraba de alguna ocurrencia singular o imprevista solía exclamar ¡ayayay! para expresar su sorpresa y complacencia. Por ejemplo, si un compañero nos confesaba que le iba a caer a una chica, es decir, que le iba a declarar su amor, entonces exclamábamos ¡ayayay! Este ayayay extrapolítico de mi época universitaria se convirtió después en un ayayay político en los primeros años de la década de 1970, entre la gente que rodeaba a Velasco, constituida como siempre en casos similares de incensadores y obsecuentes.

Yo le he oído decir a Velasco (y lo recuerdo perfectamente):

“Esta revolución es como el Mantaro, ¡barre con todo!”

Ésos fueron los primeros ayayeros, los aquiescentes incondicionales y los sobones primigenios.

Hubo un personaje muy popular de la televisión nacional que supo congraciarse con todos los gobernantes de turno y que en sus programas finsemanales de entretenimiento y diversión repetía muchas veces la interjección ayayay. Fue uno de los fundadores del ayayerismo en el Perú. Se llamaba Augusto Ferrando Chirichigno (1919-1999).