De Toledo a Guzmán, por Alfredo Torres
De Toledo a Guzmán, por Alfredo Torres
Alfredo Torres

Cuando Julio Guzmán saltó de las redes sociales a las calles y logró 5% de intención de voto hace un mes en la encuesta de Ipsos, algunos lo llamaron el PPK joven. El mismo Pedro Pablo Kuczynski se preguntó entonces si los electores preferirían votar por el original o la imitación. Dos semanas después, la encuesta de GfK le trajo la respuesta: Guzmán ya lo alcanzó. El atractivo de la novedad es muy poderoso, como lo señalé en esta misma columna hace un año, la que titulé “El outsider tecnocrático” refiriéndome precisamente al entonces desconocido precandidato.

Pero si a alguien se parece el político Guzmán, en realidad,  es a Alejandro Toledo. Ambos tuvieron una infancia difícil. Toledo nació en un hogar muy pobre y Guzmán quedó huérfano de padre. Ambos tuvieron familias numerosas: Toledo fue el octavo de una familia de 16 hermanos, de los cuales sobrevivieron nueve; Guzmán, el undécimo de una familia de 12. Por las dificultades económicas, los dos trabajaron desde jóvenes y lograron gracias a su ingenio y carisma estudiar en la universidad con becas hasta el nivel de doctorado en el extranjero.

Ambos vivieron muchos años en Estados Unidos y consiguieron trabajar en algunas consultorías o como funcionarios de mando medio en organismos internacionales. En ese lapso también ambos contrajeron matrimonio con una ciudadana extranjera, coincidentemente, de religión judía. Belga en el caso de Toledo, norteamericana en el caso de Guzmán.  Ambos siguieron definiéndose como católicos, aunque sin duda su religiosidad se volvió más ecléctica. A su retorno al Perú, ambos buscaron y consiguieron empleo en el Estado como economistas. Toledo fue asesor del Ministerio de Trabajo durante el segundo gobierno de Fernando Belaunde durante un par de años y Guzmán fue viceministro de Producción y secretario general de la oficina del primer ministro del gobierno actual durante 11 meses. 

Luego de esta breve experiencia gubernamental, ambos decidieron entrar en política por la puerta grande. Ninguno optó por hacer carrera como alcalde, congresista o gobernador. Ni siquiera esperaron a ser convocados a un ministerio.  Ambos estaban convencidos de que su misión era llegar directamente a la presidencia de la República. A su vez, conociendo al electorado nacional, ambos decidieron ser el ‘outsider’ que el electorado estaba buscando y lanzarse por fuera de los partidos tradicionales. Toledo se lanzó en 1995 y obtuvo  3% de los votos, pero en el 2000 llegó a 40% y en el 2001 alcanzó la ansiada presidencia. Guzmán  ha trepado más rápido y, dada la tendencia, su posición es expectante. Curiosamente, Toledo compitió contra Alberto Fujimori. Guzmán lo haría contra Keiko Fujimori.

Las coincidencias también se dan en el plano de las ideas. Ambos procuran ubicarse en el centro político con propuestas que intentan sonar al mismo tiempo sólidas en lo económico y progresistas en lo social.  En el camino, caen en contradicciones e inconsistencias, pero saben que eso solo inquieta a una minoría muy informada.  
Por supuesto que hay algunas diferencias. Toledo tenía una imagen más disoluta y Guzmán luce como un muchacho empeñoso. Toledo sabía aprovechar la ventaja de su pinta de cholo para atraer el voto andino. Guzmán es un típico limeño de clase media que podría tener dificultad en crecer en los sectores populares del interior del país. Toledo pretendía pasar por académico. Guzmán es más ejecutivo.

Guzmán podría quedar ahora fuera de carrera si prospera la tacha del Registro de Organizaciones Políticas. La situación es muy delicada porque una cultura informal como la peruana no le da mayor importancia a los procedimientos formales. Su exclusión del proceso sería percibida como una gran injusticia, dadas las denuncias de grueso calibre que hay contra otros candidatos. La tacha le está permitiendo victimizarse y eso rinde frutos en el Perú. 

Cualquiera que sea el desenlace de la tacha, Guzmán ya ganó. Si el JNE se hace de la vista gorda ante los errores procesales, podrá decir que logró vencer a la mano negra que quería frenar su avance. Si el JNE es estricto y lo deja fuera, saldrá a las calles a protestar por la supuesta arbitrariedad y no sería raro que se ponga la vincha de la democracia y enarbole la bandera peruana como hizo Toledo en su momento. En cualquier caso, Guzmán ya se convirtió en lo que buscaba: un actor político con opción de triunfo para el 2021.