Lo que Trump no puede predecir, por Ian Bremmer
Lo que Trump no puede predecir, por Ian Bremmer
Ian Bremmer

Mientras los líderes mundiales se preguntan si Donald Trump iniciará guerras comerciales contra China y México, socavará la OTAN o arremeterá en contra de gran parte del mundo musulmán, se ha vuelto cada vez más claro que el pobre estado de la economía estadounidense debería preocupar a la comunidad internacional casi tanto como los defectuosos planes de política exterior del presidente. Estados Unidos sigue siendo el hogar del mayor consumo del planeta y es probable que Donald Trump estimule su crecimiento. Pero eso no solucionará las dificultades subyacentes a la economía, y es un problema para la economía mundial.

Los titulares cuentan una historia engañosa. Los mercados bursátiles continúan escalando alturas récords. El discurso de Trump ante el Congreso hizo que las acciones subieran aun más ante la esperanza de que un plan para reducir drásticamente los impuestos corporativos y gastar un billón de dólares en infraestructura impulse el crecimiento de Estados Unidos. El multimillonario Warren Buffett predijo recientemente un auge y respaldó su opinión con nuevas inversiones. Tiene razón en que las acciones estadounidenses tienen espacio para prosperar, pero eso no ayudará a los votantes de clase media que han perdido su poder adquisitivo –y en muchos casos sus empleos– en los últimos años. En otras palabras, a los votantes que animan a Trump de hacer a su país ‘great again’. 

La pérdida de empleos manufactureros durante la pasada generación ha tenido un impacto particularmente complejo en Estados Unidos. Como Nicholas Eberstadt señaló recientemente en un poderoso artículo para la revista “Commentary”, “el crecimiento per cápita en Estados Unidos fue, en promedio, menos de 1% al año” del 2000 al 2016. Esto representa una fuerte caída en comparación con el 2,3% de crecimiento anual que se disfrutó de 1948 al 2000. Por otro lado, Trump acierta en decir que la tasa de desempleo oficial en Estados Unidos es engañosa porque no incluye el creciente número de estadounidenses en edad de trabajar que han dejado de buscar activamente trabajo. No por casualidad la adicción a las drogas, tanto legales como ilegales, se incrementó durante la generación pasada. Eberstadt cita un estudio realizado en el 2016 por Alan Krueger, ex presidente del Consejo Presidencial de Asesores Económicos, que encontró que casi la mitad de los hombres estadounidenses en edad de trabajar que están desempleados ahora toman analgésicos a diario. Entre esta legión de ciudadanos descontentos hay una demanda de cambio en el sistema. Trump ha prometido entregarlo. 

Sin embargo, los legisladores que se preocupan por la deuda se asegurarán de que las promesas de Trump de invertir sumas históricas para mejorar las carreteras, puentes, puertos y aeropuertos tarden en cumplirse más de lo que él espera y se desarrolle un paquete más pequeño de lo prometido. Además, el nuevo presidente no cumplirá con los planes más ambiciosos de recortar bruscamente la tasa impositiva corporativa. De hecho, el Congreso no logrará mucho hasta que Trump y los líderes del Partido Republicano encuentren una manera de terminar con credibilidad el programa de salud de Obama sin despojar a millones de votantes de su seguro de salud, suponiendo que eso sea posible. 

Trump gastará mucho más en el Pentágono, aunque el nuevo dinero no cambiará su opinión de que el poderío militar estadounidense debería ser utilizado exclusivamente para avanzar en los intereses comerciales y de seguridad. Al menos en el corto plazo, el comercio no volverá a estar en la agenda. Los megaacuerdos con socios asiáticos y europeos están muertos. Los posibles acuerdos con Gran Bretaña y Japón tomarán años en ser negociados. Nuevos acuerdos resultan improbables, al menos por ahora.

También es inevitable que, tanto en Estados Unidos como en otros lugares, se pierdan empleos con los avances de la automatización y la expansión de la inteligencia artificial. Un estudio de la Universidad Estatal Ball reveló en el 2015 que la automatización y los factores relacionados, y no el comercio, representaban el 88% de los trabajos perdidos en el sector manufacturero. Asimismo, la inteligencia artificial está reduciendo rápidamente el número de empleos en el sector de servicios. Más de la mitad de los empleos en el sector minorista podrían perderse y dos tercios de los empleos en los sectores de finanzas y seguros probablemente desaparecerán cuando las computadoras sean capaces de entender el lenguaje humano a la perfección, según el estudio. Ese podría ser el mayor obstáculo para los planes de Donald Trump de dar trabajo a los votantes de clase media y trabajadora.

La frustración económica hará que Estados Unidos sea un actor internacional menos predecible, ya que Trump ha persuadido a sus partidarios de que los otros países, como China y México en particular, tienen la culpa de “quitar” empleos de Estados Unidos y que algunos aliados están sacando provecho del apoyo del ejército estadounidense. Si la economía estadounidense continúa generando crecimiento y riqueza sin empleos –y más estadounidenses de clase trabajadora se sienten olvidados– la búsqueda de chivos expiatorios por parte de Trump se convertirá en una parte aun más importante de sus políticas de comercio exterior.

Como si Donald J. Trump no fuese lo suficientemente impredecible.

Traducida del Inglés por El Comercio.