La última de Aduanas, por Franco Giuffra
La última de Aduanas, por Franco Giuffra
Franco Giuffra

El análisis microregulatorio es una rama de la ciencia que se dedica a investigar por qué se exigen cuatro baños para abrir un restaurante. Es decir, estudia la minucia burocrática de dimensión atómica o celular. No lo que dice la Constitución o las leyes orgánicas, porque en ese orden normativo ya somos Singapur o Noruega, sino las resoluciones ministeriales, los reglamentos y los formularios, nivel en el cual rápidamente regresamos a ser lo que somos.

El comercio exterior es un caso típico. Para la platea, la nuestra es una economía abierta, con tratados internacionales y bajos aranceles. A nivel microregulatorio, sin embargo, la situación es enteramente distinta. La diferencia entre ese sueño y la realidad se llama Aduanas.

La última es el acabose. Requiere unos cuantos párrafos de explicación, uno de reflexión y otro de moraleja. A continuación los hechos.

La ley de rotulado exige que todo alimento envasado lleve en la etiqueta el nombre del fabricante, su dirección y RUC. Muy sensato. Hay que saber quién hace los productos para exigirle calidad y responsabilidad. Un requisito razonable que los fabricantes locales pueden cumplir con facilidad.

Si usted importa alimentos envasados, la cosa cambia. No es fácil pedirle a Ferrero, la empresa más grande de Italia, que ponga los datos de su pequeña empresa en la etiqueta de Nutella. O esa etiqueta ya está llena o todo el proceso de elaboración y empaque es automatizado. No hay lugar para poner a un turinés a poner un sello, por ejemplo.

Para cumplir la exigencia de rotulado, entonces, los importadores desaduanan su mercadería y, ya en sus propios almacenes, le colocan un sticker con la información necesaria, antes de comercializar los productos. ¿Algún afectado en el planeta Tierra por esta práctica tan inocua como razonable? Nadie que se conozca, hasta el último reporte de la ONPE por lo menos.

Ya no se puede hacer eso. Aduanas, mediante un informe legal (profundidad microregulatoria) ha dispuesto recientemente que todos los alimentos y bebidas importados lleven esa información (empresa, dirección, RUC) antes de ser nacionalizados.

No basta, en consecuencia, que la información conste, en cada producto que se importe, al momento de ser comercializado. Tiene que estar puesta antes de ingresar al país. Esto significa un obstáculo enorme a todos los importadores, que no puedan conseguir que los grandes fabricantes en el extranjero alteren su rotulado para incluir la información que Aduanas ahora exige al momento del desaduanaje. 

Es fácil anticipar la manera como este despropósito será resuelto en la práctica. Cada vez que un importador sea fiscalizado en la Aduana, deberá contratar una cuadrilla para abrir su contenedor en el almacén aduanero, sacar todas las cajas y chantarle el bendito sticker a cada uno de los miles de chocolates, galletas, vinos, leche para bebe, quesos, etc. que haya importado. En el suelo, a la intemperie.

¿Por qué se impone esta barrera burocrática absurda que contradice la política comercial establecida a nivel macro? ¿Qué gana la economía con estas trabas, cuando la exigencia de rotulado ya está perfectamente establecida al momento de la comercialización? 

Esto es solo un ejemplo de una situación más amplia y adversa. La microregulación está tragándose el comercio exterior, sea al exportar o al importar. Alguien con nivel ministerial tiene que sentarse urgentemente a revisar de qué manera Senasa, Digesa, Digemid, Aduanas y otras varias entidades estatales están matando el libre comercio en el Perú.