"Existe, por supuesto, el riesgo de que el nuevo Congreso decida usar sus músculos con fines políticos, pensando más en las agendas partidarias que en el bien del país. Es decir, que retome el estilo de su predecesor". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Existe, por supuesto, el riesgo de que el nuevo Congreso decida usar sus músculos con fines políticos, pensando más en las agendas partidarias que en el bien del país. Es decir, que retome el estilo de su predecesor". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Juan José Garrido

Hoy los peruanos acudiremos a las urnas para elegir a los 130 compatriotas que nos representarán en el Legislativo. Las razones del porqué de esta elección complementaria han sido harto debatidas, y los llamados a informarse y a elegir pensando en el país y en nuestro futuro, también. Así, lo que deliberemos mañana sobre el Congreso elegido no será sino el reflejo de lo que hoy conformemos. Somos, pues, sin atenuantes, los responsables directos de lo que ocurra. Para bien o para mal.

Dicho esto, ¿qué debemos esperar de este Congreso? En principio, funcionará al menos durante tres legislaturas, tiempo suficiente para trabajar ya sea reformas o medidas de protección para ciertos fundamentos de nuestro modelo de desarrollo. Tan positivo para el país puede ser promover cambios como defender estructuras que han sido beneficiosas para este. El Parlamento complementario no será un accidente en el historial político, ni un colegiado indiferente. De hecho, será el que nos llevará (nada menos que) al bicentenario.

Así las cosas, esta representación deberá evaluar primero los decretos de urgencia emitidos por el Gobierno. Entre estos existen algunos que ameritaban ponerse en marcha, pero también otros que, sea por la importancia o por el efecto, parecieran tener una motivación más política que técnica.

Luego está la discusión de las reformas políticas de cara a las próximas elecciones. Si nuestras autoridades no están a la altura de las demandas es, en primer lugar, porque los partidos políticos no tienen interés en promover cambios significativos. La incapacidad de tender puentes y consensuar un futuro cocreado es, por ejemplo, resultado de dicha estructura. Sin reformas políticas importantes, que modifiquen la manera como los partidos participan de la cosa pública, nada cambiará. Esto último, para muchos, será una verdad de Perogrullo y, sin embargo, pocos levantan la voz y exigen cambios al respecto.

Luego está “lo que quedó en agenda” y lo que compete –por responsabilidades y funciones– al Legislativo. Para empezar, actuar como balance del Ejecutivo. Por balance nos referimos a acompañar las iniciativas destinadas a mejorar la calidad de vida de los peruanos, pero también a fiscalizar las acciones del Gobierno, así como legislar de cara a mejoras en la administración del servicio público, desde aspectos como la administración de la justicia hasta algunas regulaciones que impiden el desarrollo y la formalización de las micro y medianas empresas.

Existe, por supuesto, el riesgo de que el nuevo Congreso decida usar sus músculos con fines políticos, pensando más en las agendas partidarias que en el bien del país. Es decir, que retome el estilo de su predecesor, aun cuando su conformación no cuente con una mayoría aplastante. Huelga la necesidad de explicar los problemas que ello conllevaría. Una cosa es ejercer con responsabilidad el rol fiscalizador y otra usar el poder político para servir de piquete contra el Ejecutivo (lo que impacta en la vida de los ciudadanos).

Por todo esto, es imprescindible que los peruanos voten hoy pensando en las consecuencias inmediatas de su elección. Mañana, lo que digan las encuestas sobre el Legislativo no será sino una evaluación de dicho voto.