Más allá del zapateo generalizado en el Congreso luego del mensaje presidencial de Martín Vizcarra (que haría palidecer de envidia al mismísimo ‘bailaor’ Joaquín Cortés), toca saber qué hará la oposición legislativa ante el desafío lanzado por el mandatario acerca de si va o no va más la reelección parlamentaria como parte de una reforma política más amplia. ¿Se alinearán con Vizcarra, atacarán lo que algunos consideran una provocación innecesaria del mandatario, o buscarán una salida intermedia que intente sintonizar con el humor ciudadano? ¿Qué le conviene a la clase política más allá de los continuos enfrentamientos de estos 24 meses? Saberlo resulta clave para entender si tendremos o no la estabilidad necesaria para que, por ejemplo, la economía peruana continúe creciendo.
Un primer escenario, el más probable desde mi perspectiva, es que muy poco cambie en términos de reelección y financiamiento de partidos. Fuerza Popular (FP) tuvo dos años para hacer reformas y no las impulsó como debía (teniendo una abrumadora mayoría). Y si bien no es el único responsable, sí debió asumir un liderazgo en la materia. Ahora lo asume Vizcarra, quien tiene muy poco que perder: sin partido propio, sin una bancada con peso en votaciones decisivas. Y tras cuatro meses en Palacio de Gobierno, está convencido de que debía mostrarse capaz de encarar al Parlamento (de bajísima aprobación, según todas las encuestas) antes de que fuera demasiado tarde y pasara a ser visto como una expresión más del problema.
Vizcarra lanzó un desafío político, sí. ¿Fue populista? En gran medida, sí (el principal problema del Legislativo no es la reelección, hay mucho más), pero careciendo de fuerzas propias ha virado hacia la opinión pública proponiéndole una alianza. Y la va consiguiendo. Ante ello, ¿qué hará Keiko Fujimori?
¿Qué instrucciones dará a su bancada ante el nuevo escenario con un presidente aplaudido que ayer nomás era pifiado? Deberá moverse con mucho tino (no abunda entre los suyos, ojo), pues en adelante cada error del Ejecutivo podría ser visto como consecuencia de un “boicot parlamentario”. El fujimorismo tiene varias vías por seguir, la más inteligente sería demostrar que puede ser una oposición responsable y que puede legislar en materia de reforma del sistema judicial y político en consonancia con lo que el Gobierno y la calle están pidiendo (hablar de otros referéndums “para evaluar la pena de muerte o el retiro de la CIDH” es la peor vía). Por ejemplo, acelerar el tiempo –dentro del debido proceso– para acusar cuanto antes al juez supremo César Hinostroza, cuya libertad hoy resulta intolerable para el país. A estas alturas debería quedarle claro a Keiko que Vizcarra es mejor ajedrecista de lo que esperaba.