(Foto: Presidencia de la República)
(Foto: Presidencia de la República)
Federico Salazar

“Agarren al choro, que no se escape, amárrenlo… ¡golpe, golpe!”. “Pero mejor lo llevamos a la policía”, “no, no, estamos hartos, es demasiado, córtenle el pelo, amárrenlo”. Este puede ser un diálogo durante un linchamiento. La frustración dispara emociones, escamotea el concepto de ley, el principio de autoridad. El pueblo, enardecido, resuelve acabar con el problema, rompiendo la ley. Con mejores modales y lenguaje, pero con la misma lógica, esto está pasando en la política peruana. El presidente ha propuesto dejar de lado la ley. La situación, dice, es extraordinaria y, además, el pueblo lo quiere. Pretende dejar al Perú en “una nueva etapa”, dejar en proceso una reforma del sistema de Justicia, de la política. “Sentemos las bases para un país más inclusivo”, ha dicho (entrevista a Mávila Huertas, Canal N). Adelantar elecciones es, en realidad, modificar los plazos de los mandatos constitucionales. Modificar los mandatos en curso es romper la seguridad jurídica de la Constitución. Si la idea es reformar el sistema político y crear una mejor representación congresal, imponer abruptamente un proceso electoral es el peor camino. Como , “los partidos van a tener que seleccionar sus candidatos al a las volandas, incorporando al primero que pasa por la calle” (“El adelanto será desastroso”, El Comercio, 30.08.19).

¿Cuál fue la intención del presidente con su proyecto de reformas políticas? ¿Para eso fuimos al referéndum? ¿Para eso hizo reformar la Constitución? Siempre hay personas que creen representar un tajo en la historia. “Ahora será distinto”, es su pensamiento: “ahora”, es decir, “ahora que lo hago yo”. No se puede seguir con el entrampamiento, ha dicho también el presidente Vizcarra. ¿Cuál “entrampamiento”? No hay absolutamente ningún obstáculo para gobernar, como bien (“Dos años más así”, en El Comercio, 30.08.19). En lo que va del año, en el Hospital Regional de Lambayeque, por falta de incubadoras. ¿Qué hizo el Ejecutivo para garantizar la política nacional de salud? Para el presidente Vizcarra todo se reduce a la “lucha anticorrupción”. El Congreso no aprobó una de las reformas propuestas, la de la inmunidad parlamentaria, tal como él quería. A esto se reduce el “entrampamiento”. Para adelantar las elecciones hay que hacer un hueco a la Constitución. Si se modifica hacia atrás, cae su principio fundamental. Queda sin capacidad de dar estabilidad institucional. La ley se reemplaza por la voluntad del gobernante. El presidente Vizcarra sostiene que la “crisis” es tal, que la situación es “tan” inmanejable, que debemos echar por la borda el ordenamiento establecido por la Constitución en el 2016.

Echemos abajo el imperio de la ley. “El pueblo lo quiere”, “¿por qué le tienen miedo al pueblo?”. ¡Hagamos hueco a la ley! ¡Que no nos limite la Constitución en la lucha contra la corrupción! No hay persona que deba estar por encima de la ley. No hay pueblo, tampoco, que no deba someterse a su imperio. ¡Pero la ley puede cambiarse! ¡La Constitución no está escrita en piedra! Claro que la ley puede cambiarse, pero debe hacerlo según los procedimientos previstos. La Constitución puede cambiarse, pero también debe hacerlo según los mecanismos establecidos por ella misma. Si no lo hacemos así, optamos por un gobierno sin límite. Aun cuando el hartazgo y la frustración nos motiven, no nos debe arrebatar la tentación de echar por la borda las reglas del juego. Martín Vizcarra fue elegido (vicepresidente) con un mandato establecido en el 2016. Si tiene una idea de reforma constitucional, debe plantearla y lanzar esa propuesta (electoral o institucional) al término de su actual mandato. El pueblo está bien cuando es un pueblo limitado por la ley. No está bien cuando no tiene otra ley que la del linchamiento. “Hago lo que mi furia me dicta” no es un principio civilizado, es un principio de arbitrariedad, desorden y barbarie. Eso no lleva al progreso ni menos a una etapa de “un mayor nivel de todos los peruanos”, como dice que quiere el propio Martín Vizcarra. ​