
El Internet ha transformado profundamente nuestra vida cotidiana en las últimas décadas, convirtiéndose en una herramienta esencial para la educación, el trabajo y la vida social. Pese a ello, su acceso sigue siendo desigual. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), en Lima, 46 de cada 100 hogares carecen de acceso a internet, mientras que en las zonas rurales, la cifra asciende a 95 de cada 100. ¿Se puede hablar de inclusión digital cuando casi la mitad del país sigue desconectada?
La brecha digital que afecta al Perú no se explica únicamente por la falta de infraestructura tecnológica; existe otro obstáculo, menos visible, pero igual de determinante: la escasa alfabetización digital. Hoy, millones de personas interactúan con dispositivos y aplicaciones de inteligencia artificial sin comprender su lógica básica, ya que se limitan a un rol pasivo de consumidores. Esta desconexión entre uso y comprensión frena el desarrollo de proyectos innovadores en comunicación, educación y empresa, que perpetúa nuestra dependencia tecnológica.
Pero ¿qué pasaría si la solución a este desafío estuviera escondida en nuestro propio pasado?
Antes de la llegada de los europeos, las culturas andinas ya habían desarrollado sofisticados sistemas de procesamiento de información. La yupana, un artefacto de cálculo utilizado por los incas, funcionaba como una especie de “computadora ancestral” para operaciones matemáticas complejas. Por otra parte, los quipus eran un sistema de registro mediante nudos que almacenaba datos con una precisión admirable. Estas tecnologías, lejos de ser reliquias museísticas, encierran principios universales de la computación que podrían revolucionar la forma en que enseñamos el pensamiento digital.
Por eso, junto con la Red de cátedras Unesco de Comunicación Orbicom, a la que pertenece la Universidad de Lima, trabajo un proyecto educativo en tres fases para rescatar y aplicar este conocimiento ancestral al contexto digital actual. Primero, analizaremos los quipus a partir de fuentes históricas para luego desarrollar aplicaciones educativas basadas en su lógica. Segundo, exploraremos el potencial de la yupana como herramienta pedagógica, al crear un software inspirado en sus principios matemáticos y en conceptos como la máquina de Turing. Finalmente, contrastaremos estos desarrollos con la inteligencia artificial moderna, para producir tanto herramientas prácticas como un manual accesible de alfabetización digital.
Lo extraordinario de este enfoque es su simplicidad y adaptabilidad. En comunidades rurales sin acceso a internet, la yupana puede recrearse con una pizarra y tiza para enseñar algoritmos sin necesidad de computadoras. Por otro lado, los quipus ofrecen una manera tangible de entender bases de datos y sistemas de codificación. Al rescatar estos saberes, hacemos más que solo enseñar tecnología: reivindicamos una herencia cultural que puede convertirse en ventaja competitiva.
Este prototipo que acabamos de describir representa una oportunidad única para Latinoamérica. Al integrar patrimonio ancestral con innovación digital, podemos construir un modelo propio de desarrollo tecnológico: más inclusivo, más sostenible y, sobre todo, original. La verdadera revolución digital no llegará con más dispositivos importados, sino con la capacidad de entender —y reinventar— los códigos que rigen el mundo moderno. Y, para eso, a veces hay que mirar atrás para poder avanzar.