Editorial El Comercio

En noviembre del año pasado, la elección del presidente de ., , fue recibida con entusiasmo en los mercados financieros. A 100 días de iniciado su mandato, sin embargo, la confianza en su manejo económico se ha disipado y los índices de incertidumbre han saltado a niveles no vistos desde la pandemia. La improvisación y atropellos pasan factura más rápido en los mercados de lo que probablemente el propio Trump anticipó.

En lo que concierne a la economía global, lo más llamativo del corto período ha sido sin duda la errática política de comercio exterior. Lo que comenzó con amenazas de guerra comercial contra China, Canadá y México durante las primeras semanas, se extendió pronto a aranceles injustificados para todo el resto del mundo de hasta 50%. Al poco tiempo, Trump anunció la suspensión de los aranceles más costosos por 90 días –con la notable excepción de los aplicables a China–, pero el daño ya estaba hecho. La administración de EE.UU. hizo evidente que, en su perspectiva, las reglas de la economía internacional vigentes por las últimas ocho décadas no se aplicaban para la primera potencia global.

El Fondo Monetario Internacional anticipó esta semana que, como consecuencia de la incertidumbre, el crecimiento del producto mundial sería de 2,8% en el 2025, medio punto por debajo del año pasado. Apenas en enero, la entidad había proyectado que las tasas de crecimiento de ambos años serían iguales. Paradójicamente, entre grandes economías, la de EE.UU. es la que mayor revisión a la baja ha experimentado. Por el momento, China ha reaccionado con fuerza a los aranceles, mientras que otros países –como los de la Unión Europea– calibran su próxima respuesta. El crecimiento global podría resentirse mucho más si los países reaccionan con una escalada de barreras proteccionistas que rompan las cadenas de producción y comercio mundiales de las que todos dependen.

En el frente interno, los ataques al presidente de la Reserva Federal de EE.UU., Jerome Powell, las intervenciones a la agencia de recaudación de impuestos, los problemas para controlar el déficit fiscal creciente, entre otros, anticipan tiempos difíciles y mayor volatilidad. Como resultado, el valor del dólar se ha venido debilitando.

Si el presidente Trump quería volver a colocar a EE.UU. como el país líder indiscutible a escala global en materia económica, los pasos que está dando en su primer centenar de días apuntan exactamente en la dirección opuesta. Camina hacia una economía más cerrada, poco atractiva, impredecible y pequeña. Los propios ciudadanos estadounidenses lo reconocen ya en encuestas recientes, en las que se muestran preocupados por la inflación, la improvisación en política económica, y el caos desde de la Casa Blanca. Si estos fueron los primeros 100 días, al resto del mundo le queda solo imaginar cómo serán los siguientes 45 meses.

Editorial de El Comercio

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