Editorial: Ni calco ni copia: violación descarada
Editorial: Ni calco ni copia: violación descarada

Bastante grave y lapidaria era ya la condición de plagiador en serie del candidato presidencial de Alianza para el Progreso (APP), César Acuña, puesta en evidencia por los largos párrafos de otros autores que, sin comillas ni referencia bibliográfica, introdujo en sus distintas tesis para obtener los grados universitarios que adornan su hoja de vida. Y bastante ignominioso, también, el eufemismo de “omisiones” que utilizó para tratar de sortear –sin éxito– el cargo de secuestrador de la propiedad intelectual ajena que pesaba y pesa sobre él.    

Lo que se ha conocido hace dos días, sin embargo, supera todo lo anterior. Y, como a una falta más severa solo puede corresponder una coartada más gruesa, eso es lo que hemos obtenido.    

Este Diario, en efecto, ha revelado que César Acuña se apropió en el 2002 del texto completo de un libro escrito por su viejo profesor Otoniel Alvarado y publicado originalmente en 1999. Esta vez el inverosímil ex rector y todavía dueño de la Universidad César Vallejo (y de otras dos más) ya no se tomó el trabajo de extirpar las partes que le convenían de los artículos o tesis de terceras personas para introducirlas en las suyas de manera que parecieran parte de ellas, sino que simplemente cogió la obra completa de un prójimo al que conocía y estampó su nombre encima.    Pescado en flagrancia, el candidato de APP dio el viernes una declaración pública en la que intentó sacudirse del imputado delito –porque de eso es de lo que estamos hablando– con la especie de que, en realidad, él y Alvarado fueron coautores del libro en cuestión (a pedido de aquel) y que, después de alguna edición en la que la obra apareció con el nombre de ambos, decidieron publicarla “en forma individual cada uno”. Es decir, a veces con el nombre de uno y a veces con el nombre del otro, a pesar de que el texto era exactamente el mismo.

Semejante tesis, no obstante, encuentra casi tantas objeciones como todas las otras del improbable doctor Acuña. Primero, porque el propio Alvarado ha negado que tal colaboración haya tenido lugar. Segundo, porque existe el registro bibliográfico de 1999 que consigna el libro como obra exclusiva de este último. Y tercero, porque aun en la ya negada hipótesis de que el texto hubiese sido efectivamente escrito por los dos, la omisión del nombre de uno de ellos en los créditos constituiría de todas maneras un plagio.    

Estamos, pues, ante una violación de la propiedad intelectual sin atenuantes, que con prescindencia de sus consecuencias electorales, podría traducirse en prisión efectiva para el infractor.    

Mención aparte merecen, por supuesto, los secuaces de Acuña en todo este gravoso asunto. Esto es, los postulantes por su partido a las vicepresidencias o al Congreso que, antes y ahora, se han cegado deliberadamente ante la evidencia y han salido junto a él en las presentaciones públicas en las que ha tratado torpemente de exculparse, y le han dispensado lo que podríamos denominar ‘aplausos de sujeción’.    

No es mejor el caso de las personalidades de cierto prestigio intelectual y moral que desempeñan cargos de responsabilidad en las instituciones educativas de propiedad del cuestionado aspirante a la presidencia. Su implícita tolerancia a esta circunstancia daña su imagen sin remedio; y de seguro no tardarán en comprobarlo.

Acaso la frase más pertinente acerca de toda esta oprobiosa situación la haya pronunciado el ex jugador de nuestra selección de fútbol, Roberto ‘Chorrillano’ Palacios, quien paradójicamente postula al Parlamento por APP. “Las mentiras tienen piernas cortas”, ha recordado él. Y las encuestas de intención de voto de los próximos días habrán de confirmar o desmentir tal aserto.    

Esperemos, en cualquier caso, que estas no consagren la costumbre tramposa por la que ha resultado hasta ahora admisible concederle a(l) César lo que es de otro. Este puede ser un punto de inflexión en la democracia peruana y solo nos cabe hacer votos por que así sea.