Editorial: Costo político
Editorial: Costo político

Uno de los rasgos distintivos que, se pronosticaba, tendría el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski era la elección de profesionales capacitados y con amplia experiencia para liderar los puestos claves en el Ejecutivo. La apuesta por la independencia y la tecnocracia se convertía en el sello de un gobierno con poco recorrido político (el partido Peruanos por el Kambio tiene apenas dos años de existencia), pero que contaba con el concurso de personas exitosas en la administración pública y en la actividad privada.

Uno de los riesgos que previsiblemente enfrentaría la nueva administración, no obstante, era que los vientos políticos, principalmente los de oposición, podrían terminar por desalentar –cuando no directamente remover– a sus mejores cuadros. El tinte político que suele teñir a algunas denuncias, investigaciones parlamentarias o ataques a través de los medios de comunicación y las redes sociales, podría tener el efecto de abatir a quienes, en su oportunidad, apostaron por colaborar con la función pública. En este contexto, resulta curioso, sin embargo, que haya sido el propio oficialismo el vector que llevó a algunos funcionarios hacia las arenas movedizas de la política y ocasionó, finalmente, su dimisión. 

Nos referimos, por supuesto, a la renuncia del directorio completo de Petro-Perú, confirmada ayer por el ahora ex presidente de la institución Augusto Baertl. La razón: la pública oposición de miembros del gobierno a la designación que hizo el directorio de Vladimiro Huaroc como titular de la Gerencia Corporativa y Relaciones Comunitarias de la empresa estatal.

Cuando el nombramiento fue conocido, diversas figuras del oficialismo tuvieron duras palabras de desaprobación contra el directorio de Petro-Perú, como, por ejemplo, el congresista Juan Sheput: “Estoy en completo desacuerdo con este nombramiento. Me parece un desatino burdo del directorio de Petro-Perú”. Por su parte, la segunda vicepresidenta de la República y también parlamentaria, Mercedes Aráoz, indicó: “El señor [Huaroc] no tiene por qué ser nombrado. No sé ni siquiera para qué lo quieren nombrar”, y añadió en relación a la participación de Huaroc en la plancha presidencial de Fuerza Popular en las últimas elecciones: “Él cumplió un rol político que no corresponde para un nombramiento en este gobierno. Él dejó de ser candidato a la vicepresidencia por un acto que no era legal dentro del proceso legal. Hizo trampa”.

Declaraciones que entran en directa contradicción con el mensaje que tuvo el presidente Kuczynski y otros miembros del gobierno de convocar a “los mejores técnicos que trabajen para el país y no importa el color político” (cita de la propia Aráoz), y que se usó para justificar, no hace mucho, la incorporación del ex miembro de Fuerza Popular Víctor Shiguiyama como jefe de la Sunat. Por otro lado, al margen de lo que se puede pensar sobre la pasada postulación del señor Huaroc en la plancha de Fuerza Popular, el puesto para el que fue nombrado era uno para el que contaba con significativa experiencia, al haberse desempeñado antes como jefe de la Oficina Nacional de Diálogo y Sostenibilidad de la PCM, asesor del despacho del director del Programa de Protección a Poblaciones Afectadas por la Violencia Política de la Defensoría del Pueblo y posiciones afines en la ONU. 

Pero la paradoja más grande es quizá que sea el propio oficialismo el que haya intentado intervenir, por motivaciones políticas, en las decisiones de una entidad autónoma como Petro-Perú, cuyos directores se caracterizaban precisamente por su asepsia respecto de la política partidaria y destacaban, más bien, por su trayectoria profesional.

Si algo demuestran decisiones como la de invertir US$4.800 millones en la refinería de Talara, cuyo financiamiento y rentabilidad siguen siendo un misterio, o la de facultar a explotar el lote 192 a una empresa que no ha realizado dicha labor hace más de 20 años, es lo excesivamente oneroso que resulta para el bolsillo de todos los peruanos que una empresa estatal sea manejada políticamente. 

Pero parece que con la renuncia del directorio de Petro-Perú, recién el Ejecutivo tomará verdadera consciencia del costo.