Editorial: Un dilema gaucho
Editorial: Un dilema gaucho

El domingo 22 de noviembre Argentina celebrará la segunda vuelta de sus elecciones presidenciales entre el candidato de la mandataria Cristina Fernández, Daniel Scioli, y el líder opositor Mauricio Macri; este último, alcalde de Buenos Aires desde el 2007. Es la primera vez que, luego de 12 años en el poder, el kirchnerismo enfrenta la posibilidad real de perder el control del Gobierno. 

No obstante, lo hecho por la gestión oficialista no es algo que una eventual victoria de Macri podría desmontar en un corto tiempo. Los daños a la economía argentina han sido tan profundos que, de triunfar, el hoy candidato opositor tendrá que trabajar muy duro y hacer reformas profundas si pretende revertir el desastre. Por otro lado, desde las tiendas oficialistas ya comenzó una ruidosa campaña de miedo en su contra. Y no es para menos, ya que son perfectamente conscientes de todo aquello sobre lo que tendrían que responder si son derrotados.  

Respecto a la economía argentina, el “Financial Times” ha mencionado que, de ganar, Macri “heredará una economía con un déficit fiscal creciente, una inflación de aproximadamente el 20% y un estatus de paria internacional en los mercados mundiales de capital”. Un país, en suma, sumido en sobrerregulaciones estatales, crecientes cargas tributarias, maquillaje de los precios y la expansión del aparato populista y asistencialista del gobierno al servicio del poder de turno. 

Además, desde que el gobierno intervino el Instituto Nacional de Estadística y Censos en el 2007, las cifras oficiales de inflación difieren en más de 10 puntos de las reportadas por consultoras privadas. Estas últimas, por otro lado, estiman la pobreza en alrededor de 30%, mientras la mandataria pregona en foros internacionales que es menor al 5%. Es decir, existe una absoluta carencia de transparencia en los métodos y confiabilidad en los resultados de este tipo de mediciones oficiales. Tanto es así que en febrero del 2013 el Fondo Monetario Internacional (FMI) emitió un comunicado por la falta de precisión en los indicadores así obtenidos y luego “The Economist” afirmó que dejaría de usar tales estadísticas por considerar que no tenían –ni tienen– credibilidad alguna. 

En materia de corrupción, los escándalos son gruesos y encumbrados. Por ejemplo, la propia presidenta es acusada de haberse enriquecido indebidamente durante sus años de mandato; su patrimonio ascendería a más de 8 millones de dólares. Asimismo, el vicepresidente, Amado Boudou, se encuentra acusado de abusar de su poder para obtener el control de la empresa dedicada a la impresión de billetes en Argentina. Ello sin contar el misterio que aún representa para muchos la muerte del fiscal Alberto Nisman, quien falleció en extrañas circunstancias mientras llevaba adelante una importante investigación que involucraba a la mandataria argentina. 

La posible victoria de Mauricio Macri ha dado una nueva esperanza al país sureño. De hecho, luego de su exitoso desempeño en la primera vuelta, los mercados bursátiles subieron en señal de confianza por parte de los inversionistas. Y es que Macri, a diferencia del candidato oficialista, ha prometido regresar al orden fiscal, eliminar los controles cambiarios, reabrir la economía a la inversión privada y reinsertar al país gaucho en el mercado financiero internacional. Y, sobre todo, ha representado por primera vez una posibilidad real para los argentinos de dejar atrás el constante populismo con el que han sido gobernados en los últimos años. Es elocuente, en ese sentido, que el número de electores que efectivamente acudieron a depositar su voto se haya incrementado de 72% a 80% en estos comicios. Una participación ciudadana pocas veces vista en esa nación. No todo, sin embargo, será color de rosa para el señor Macri si triunfa. Desmontar años de populismo y de un aparato estatal burocratizado puede tomar enormes esfuerzos, y no todos están convencidos de que ello sea posible en la Argentina, donde los peronismos de distinto signo han hecho de aquello una costumbre. No obstante, todo lo que se pueda avanzar será sin duda en una mejor dirección que la que lleva actualmente el país. Y, en ese entender, la dirección que seguirán muchos de los que lo han gobernado será la de responder, algunos ante la historia y otros ante la justicia, por todo lo que hicieron.