El parlamentario del Frente Amplio Humberto Morales dirigió el pasado lunes frases machistas en contra de su colega de bancada, Marisa Glave. (Foto: Congreso de la República)
El parlamentario del Frente Amplio Humberto Morales dirigió el pasado lunes frases machistas en contra de su colega de bancada, Marisa Glave. (Foto: Congreso de la República)
Editorial El Comercio

En una entrevista publicada el último lunes en la página web de este Diario, el congresista del (FA) mostró su lado más misógino al referirse a su compañera de bancada , quien había criticado la expulsión de del grupo parlamentario izquierdista y la forma en que se aprobó el reglamento interno del FA. Morales cuestionó la autoridad de su correligionaria para emitir declaraciones sobre el asunto y, además, fustigó: “A mí me enseñó una cosa mi madre: las mujeres después de ser chismosas, son mentirosas”.

Sus expresiones, por supuesto, ofendieron a más de uno dentro y fuera del hemiciclo. El mismo lunes, Morales ofreció forzadas disculpas por lo que consideró un “exabrupto”, sin mencionar directamente a la agraviada (respecto de la que también afirmó que solo había llegado al cargo de vocera alterna del FA porque “se puso a llorar”). Y dos días más tarde, la Comisión Política Nacional del FA publicó un documento para señalar su rechazo a las declaraciones del parlamentario, que incluía –para no perder la costumbre– un desubicado llamado a cambiar el “modelo económico extractivista neoliberal”.

Las ofensas proferidas, sin embargo, no fueron lo único que llamó la atención en la entrevista al congresista de la facción ‘aranista’. También sobresalió el argumento que utilizó para justificar la expulsión del congresista Richard Arce (perteneciente al ala ‘mendocista’) de la bancada.

Como se recuerda, la separación de Arce fue la culminación de una serie de sucesos, que empezó con su decisión de abstenerse de votar en la Comisión de Ética del Congreso cuando se aprobó iniciar una investigación preliminar contra y por supuesta apología del terrorismo, lo que motivó que Arana anunciara su retiro de dicha comisión y el inicio de un proceso disciplinario en su contra.

Según explicó Morales, la expulsión de Arce se sustentaría en el artículo 37 del reglamento del Congreso. En una interpretación singular de dicho artículo (que indica que los grupos parlamentarios “son conjuntos de congresistas que comparten ideas o intereses comunes”), Morales manifestó que haber votado en el sentido que lo hizo Arce (pese a que se abstuvo) implicaría “una traición” con la que se habría “violentado” el reglamento.

Y cuando en la misma entrevista se le preguntó si acaso bajo esa lógica el Frente Amplio tendría que expulsar a todos los congresistas que voten en sentido disonante al de la bancada, el legislador respondió: “No, no estamos hablando por haber votado en el pleno (sic)”, haciendo evidente un doble rasero en la manera de resolver diferencias entre los integrantes del mismo grupo parlamentario, dependiendo, quizá, de su pertenencia al bloque ‘aranista’ o ‘mendocista’ del mismo.

La actitud de Arana y las respuestas de Morales, además, contrastan con el mensaje de amplitud democrática y tolerancia con el que el Frente Amplio ha tratado de mostrarse desde que se presentó a las últimas elecciones. ¿Cuán inclusivo y democrático puede ser un grupo político que separa a sus miembros por el sentido de sus votos en una comisión donde la ética, y no el interés partidario, debería primar?

Finalmente, no por ser la parte agraviada en esta pugna, la responsabilidad del bloque cercano a puede ser ignorada.

Ciertamente, tiene razón la congresista Glave al sentirse indignada y afirmar que le “apena la actitud” de Arana y compañía. Pero a la ciudadanía en general debe apenarle aun más que los representantes de la izquierda nacional no se hayan dado el trabajo de verificar quiénes eran sus compañeros de fórmula al momento de postular en los comicios electorales. O, peor aun, que sí lo hayan hecho y se hayan aliado de todos modos con el único fin de intentar llegar al poder.