"Con la negativa del presidente Castillo de asistir a la COP26 y ser parte de los acuerdos que ahí se toman, el mensaje que llega a las comunidades en riesgo por fenómenos climáticos, a inversionistas interesados en la huella de carbono y a la ciudadanía en general es que el Perú no tiene ya mayor interés en el asunto" (Foto: Presidencia)
"Con la negativa del presidente Castillo de asistir a la COP26 y ser parte de los acuerdos que ahí se toman, el mensaje que llega a las comunidades en riesgo por fenómenos climáticos, a inversionistas interesados en la huella de carbono y a la ciudadanía en general es que el Perú no tiene ya mayor interés en el asunto" (Foto: Presidencia)
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Editorial El Comercio

Ayer empezó en Glasgow, Escocia, uno de los eventos más significativos para el futuro del planeta. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2021 –la COP26– es el principal esfuerzo de coordinación internacional para reducir emisiones de gases de efecto invernadero y preparar al mundo para enfrentar lo que es posiblemente el mayor desafío de la historia de la humanidad. La pandemia del COVID-19, comprensiblemente, ha quitado protagonismo global a la lucha contra el cambio climático en el último año y medio, pero eso no quiere decir que la amenaza sea menos seria. De hecho, según los últimos resultados del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), la amenaza no podría ser ya más grave.

Este año, la COP está revestida de especial importancia, pues es la primera luego de la implementación del Acuerdo de París (2015) y la finalización del Protocolo de Kioto, en diciembre del año pasado. Así, la cita congrega durante casi dos semanas a unas 25.000 personas, incluyendo líderes empresariales y a cerca de una centena de cabezas de Estado. Entra estas se cuentan a los máximos representantes de potencias como EE.UU., Francia, Reino Unido y Alemania, y también de diversos países latinoamericanos como Argentina, Colombia y Ecuador.

El jefe del Estado Peruano, sin embargo, decidió no asistir. En una clara demostración de sus prioridades políticas, el presidente Pedro Castillo dejó pasar una cita global de primer nivel donde se discute el asunto más apremiante del planeta para viajar, en su lugar, a La Paz, Bolivia, y reunirse con el presidente del país altiplánico, Luis Arce. El encuentro incluyó la realización del Gabinete Binacional Perú-Bolivia y la suscripción de “diez instrumentos de entendimiento y cooperación para beneficio de ambos países”.

Si bien las relaciones bilaterales con el país vecino son importantes, es difícil justificar que ese haya sido el viaje internacional prioritario del presidente. El Perú, como se sabe, es uno de los países más vulnerables a los efectos negativos del cambio climático y este es un asunto que el Estado Peruano siempre ha tenido muy presente. No por nada el Perú fue el organizador de la COP20 y desde hace algún tiempo venía ejerciendo una posición de liderazgo en materia ambiental en la región.

Con la negativa del presidente Castillo de asistir a la COP26 y ser parte de los acuerdos que ahí se toman, el mensaje que llega a las comunidades en riesgo por fenómenos climáticos, a inversionistas interesados en la huella de carbono y a la ciudadanía en general es que el Perú no tiene ya mayor interés en el asunto. De nada sirven los discursos políticos a favor del medio ambiente si se desaprovechan los pocos espacios que pueden hacer una diferencia real. La COP26 es uno de ellos.

En distintos aspectos, el Perú ha perdido parte del protagonismo internacional que logró construir con esfuerzo en los últimos años. El golpe de la actual administración al Grupo de Lima para retomar las relaciones diplomáticas con la dictadura venezolana fue un primer paso. Ahora se suma la ausencia de la máxima autoridad nacional en la cumbre climática más importante del mundo. Con esto, el Perú parece empeñado en bajar de los estrados globales grandes para entrar, nuevamente, en las ligas diplomáticas menores.