Editorial: El espejo opaco del 2014
Editorial: El espejo opaco del 2014
Redacción EC

El lunes pasado el anunció que el crecimiento del PBI durante el año 2014 ascendió a 2,4%, cifra que contrasta de manera marcada con la proyección de 6% que el BCR tenía para el mismo año apenas en diciembre del 2013. Hoy, las estadísticas oficiales apuntan a que –pese al bajón– el crecimiento del 2015 será cercano a 5%. Sin embargo, las proyecciones podrían estar pecando –nuevamente– de un injustificado optimismo.

Por un lado, las estimaciones del BCR suponen que la inversión pública crecerá 12% este año luego de caer en 3,6% el año pasado. No obstante, la inexperiencia de las nuevas autoridades regionales y locales puede costar caro. Como mencionó “The Economist”, el ritmo de ejecución de las obras públicas será lento mientras estas autoridades aprenden a hacer su trabajo.

Por otro lado, la reactivación de la inversión privada –con la que también cuentan los estimados del BCR– depende sensiblemente de expectativas empresariales que aún se mantienen tímidas y de otras limitaciones a la inversión como las barreras burocráticas y los conflictos sociales. Desde grandes proyectos como en Arequipa hasta inversiones pequeñas y medianas, el aporte de las inversiones del sector privado al crecimiento del PBI es condicional a un incierto ambiente de negocios durante el 2015.

Además, el escenario externo permanece como una amenaza latente a las expectativas de crecimiento. Al deterioro de los precios de nuestras principales exportaciones se suman eventuales problemas económicos en la y la probable volatilidad de los mercados financieros internacionales ante el retiro del estímulo monetario de Estados Unidos.

En este contexto, parece complicado que las proyecciones oficiales de crecimiento del Ejecutivo se concreten, sobre todo si no se toman medidas para impulsar el gasto y la inversión privada. ¿Qué se puede hacer entonces para que a inicios del 2016 no debamos sorprendernos de que la tasa de crecimiento del 2015 fue –otra vez– la mitad de la esperada?

En primer lugar, urge enfrentar de manera frontal el problema de las trabas burocráticas impuestas a escala municipal. Gran parte de la ‘tramitología’ en el Perú nace de la discrecionalidad de las entidades públicas para implementar sus propios requerimientos administrativos. Estas trabas quitan dinamismo a la creación de negocios formales y a la expansión de servicios públicos, además de facilitar actos de corrupción agazapados en la maraña burocrática. Una posible solución es la implementación de un texto único de procedimiento administrativos (TUPA) estandarizado que, sin restringir el legítimo autogobierno de las municipalidades provinciales y distritales, promueva la homogenización de ciertos procesos administrativos y facilite un marco legal más ordenado, simple y predecible.

En segundo lugar, el gobierno puede apuntar a dejar más dinero en los bolsillos de la gente a través de una reforma tributaria más agresiva. Si el año pasado el Estado no fue capaz de gastar el 11% de su presupuesto a pesar de ser su año récord de ejecución desde el 2006, no sería mala idea bajar impuestos para permitir que el consumo e inversión de los privados sean los motores de la reactivación económica.

Finalmente, la lamentable derogación de la ley de empleo juvenil debe ser una llamada de atención al Congreso y a la oposición para asumir con responsabilidad las reformas estructurales que el mercado laboral necesita. La evidencia empírica y el sentido común apuntan a que la rigidez del mercado laboral peruano atenta contra la creación de empleo formal y la superación de la pobreza; si hasta una modesta flexibilización como la que proponía la derogada ley es bloqueada por cálculo político, ¿qué proponen los líderes de la oposición para incluir al 79% de informales?

El error al que se avecina el gobierno en sus proyecciones no es inusual. Una cita (mal) atribuida a define la locura como hacer lo mismo repetidas veces y esperar resultados distintos. Si el gobierno y las fuerzas políticas quieren una economía que vuelva a su crecimiento potencial, deben emprender las reformas necesarias y no dejar que la falacia del ‘piloto automático’ siga cosechando complacencia en la clase política e incertidumbre en el resto.