El lunes, Keiko Fujimori, quien purga 15 meses de prisión preventiva por la investigación que se le sigue por lavado de activos, publicó un mensaje en su cuenta de Facebook a propósito del décimo aniversario de Fuerza Popular. En el pronunciamiento, entre otras cosas, la otrora candidata presidencial se refiere al trabajo “muy fuerte” que han llevado a cabo para institucionalizar la agrupación y a los “aciertos y también errores” cometidos en el camino. Asimismo, habló de la búsqueda por consolidar la organización como un “partido que acoja los valores más importantes de la sociedad y [que] sea un instrumento de cambio”.
Cuando una institución cumple años, es natural que quienes la lideran, además de celebrar lo logrado hasta ese momento, aseguren reconocer las faltas cometidas y ofrezcan mejoras para el futuro. Sin embargo, si lo que se busca es pasar del dicho al hecho, entender los errores suele rendir más frutos que simplemente reconocerlos y tomar decisiones que impulsen verdaderos cambios y generen confianza siempre es mejor que hacer promesas. En este sentido, empero, el partido naranja tiene frente a sí muchas complicaciones.
En primer lugar, los antecedentes de Fuerza Popular le juegan en contra cuando se trata de demostrar un verdadero propósito de enmienda. En efecto, esta no es la primera vez que la agrupación reconoce sus fallas y se plantea comportarse mejor en el futuro. De hecho, desde el Congreso disuelto –donde ostentaba una mayoría considerable–, el grupo político en cuestión aseguró en más de una ocasión que depondría la prepotencia con la que lidiaba con el Ejecutivo, solo para que nada cambiara en la práctica. En fin, ofrecer disculpas o admitir errores no es una panacea y contradecirse en los hechos reincidentemente puede ser aún más fatal que aquello que se lamenta.
La dimensión de las faltas perpetradas por el partido fujimorista y la circunstancia de que estas se distingan como su modus operandi tampoco ayudan. Su paso por el Poder Legislativo, con una mayoría absoluta, terminó caracterizándose por el constante blindaje a personajes con serios cuestionamientos (como Pedro Chávarry, César Hinostroza y Edwin Donayre) y por permitir el ingreso al Congreso de individuos que no estaban a la altura de la tarea (como Yesenia Ponce, que presuntamente colocó información falsa en su hoja de vida, y Moisés Mamani, acusado de tocar indebidamente a una aeromoza). A esto se le suma la presentación de múltiples proyectos de ley reprochables (como el de medios, que propusieron Úrsula Letona y Alejandra Aramayo, y aquel que pretendía eliminar la palabra ‘género’ del ordenamiento jurídico y de las políticas públicas).
Los trances legales de la señora Fujimori y sus allegados también son consecuencia de graves “errores” que tendrán que descifrar cómo remediar. ¿En el futuro Fuerza Popular será transparente con su financiamiento o ensayarán nuevas estrategias para que la identidad de los aportantes pase desapercibida? Si lo que se quiere es ‘consolidar’ un partido, los presuntos ‘pitufeos’ deben quedar en el pasado.
En diciembre del 2014, 33% de peruanos (Ipsos) aseguraba que votaría por Keiko Fujimori. En febrero de este año, en la encuesta de El Comercio-Ipsos sobre simpatías políticas, la excandidata solo alcanza 7% (aunque se trata de indicadores distintos, las cifras no dejan de ser elocuentes). Además, en los últimos comicios parlamentarios, Fuerza Popular logró colocar a solo 15 congresistas en el hemiciclo, 58 menos que en el 2016. Un claro deterioro del que, como hemos dicho, ellos son responsables.
Así las cosas, la década recién cumplida le ha pasado una complicada factura al partido que nos ocupa y tiene un largo camino por recorrer si busca recuperar la confianza de sus votantes. Una carga que, aunque en medidas distintas, comparte con muchos grupos políticos con problemas similares. Sin embargo, la transparencia, la búsqueda de mejores representantes y un verdadero compromiso con la lucha contra la corrupción son un buen comienzo si lo que se quiere es hacer bien las cosas.