"Fuera de episodios de plagas y guerras, es difícil encontrar en la historia universal paralelos al nivel de deterioro y de desastre humanitario que estos números reflejan" (FEDERICO PARRA / AFP).
"Fuera de episodios de plagas y guerras, es difícil encontrar en la historia universal paralelos al nivel de deterioro y de desastre humanitario que estos números reflejan" (FEDERICO PARRA / AFP).
Editorial El Comercio

Un rasgo común de los países que se ven sumidos en la pobreza a causa de una autocracia disfuncional es la carencia de información estadística confiable. El colapso de los sistemas públicos –entre ellos los responsables de recabar y procesar información– es parte del motivo, pero la opacidad es sobre todo funcional para ocultar o tergiversar las evidencias del deterioro en la calidad de vida y del sufrimiento de sus propios pueblos.

En ausencia de información veraz ofrecida por el sector público, las instituciones privadas en ocasiones llenan el vacío y ponen luces sobre lo que para muchos es ya dolorosamente obvio en el día a día. Es esto precisamente lo que ha sucedido en Venezuela. En setiembre pasado, la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) publicó los resultados de la Encuesta Nacional sobre Condiciones de Vida (Encovi) 2021. La radiografía revela un panorama extremadamente duro.

La tasa de pobreza por ingresos en el país ha pasado de 34,2% en el 2013 a 94,5% en el 2021. En otras palabras, según los umbrales definidos, si hace menos de 10 años uno de cada tres venezolanos era pobre monetario, hoy lo son 19 de cada 20: es decir, prácticamente todos. La pobreza multidimensional, indicador que toma en cuenta no solo el ingreso sino otras dimensiones de calidad de vida como educación, vivienda y acceso a servicios, aflige en el 2021 a dos de cada tres familias venezolanas. Estas son las consecuencias inmediatas de un desplome acumulado del PBI de Venezuela de 74% entre el 2014 y el 2020. Además, como en todo el mundo, la pandemia tuvo un efecto negativo adicional sobre las condiciones de vida que los venezolanos debieron enfrentar sin mayor ayuda de parte de un Estado cooptado por la mafia que dejó como legado Hugo Chávez.

Si bien lo anterior podría sugerir que los ingresos se han equilibrado hacia abajo, lo cierto es que los indicadores de desigualdad han subido. El coeficiente de Gini (en el que un valor de 0 indica igualdad total, y un valor de 1 desigualdad absoluta) subió de 0,407 en el 2014 a 0,567 en el 2021. Ello colocaría a Venezuela como el país más desigual de América Latina. “Si distribuyéramos todo el ingreso de las familias equitativamente entre ellas, el promedio per cápita sería de US$30 por venezolano al mes, es decir un dólar por persona al día. Bajo ese escenario imaginario de igualdad absoluta, no solo todos seríamos pobres según la línea de pobreza internacional de US$1,9 por día, sino que tendríamos que duplicar el ingreso nacional y distribuirlo equitativamente nuevamente para seguir siendo pobres, pero no extremos”, apunta el informe de la UCAB.

Fuera de episodios de plagas y guerras, es difícil encontrar en la historia universal paralelos al nivel de deterioro y de desastre humanitario que estos números reflejan. Casi cinco millones de venezolanos habrían salido del país desde el 2015 escapando de la miseria. El número increíblemente se acerca a los 5,6 millones de refugiados sirios, la crisis migratoria más grande del mundo originada –ahí sí– por una década de guerra civil.

Esta es la mejor radiografía de Venezuela. En simple, se trata de un país en crisis total causada por una brutal dictadura que ha enriquecido a muy pocos a costa de la pauperización de millones. Si bien la posición oficial del Perú, expresada por la cancillería, es fuertemente crítica del régimen de Nicolás Maduro, el presidente Pedro Castillo no parece en total sintonía con esta visión. Su secreta reunión con el autócrata durante su reciente gira internacional así lo revela. El Perú ha recibido más de un millón de inmigrantes venezolanos desde el inicio de la crisis; antes que cualquier encuesta, este enorme desplazamiento hacia nuestro país debería ser suficiente evidencia de que la dictadura empobrecedora de Maduro solo merece la más firme de las condenas.