El presidente Martin Vizcarra anunció el aislamiento el 16 de marzo, el cual terminará el 26 de abril (Foto: Presidencia)
El presidente Martin Vizcarra anunció el aislamiento el 16 de marzo, el cual terminará el 26 de abril (Foto: Presidencia)
Editorial El Comercio

Ayer, un día antes de lo que se había comunicado inicialmente, el presidente anunció que el estado de emergencia que rige en el país desde el 16 de marzo se extenderá hasta el próximo 26 de abril. “Se hace necesario, imprescindible, tener que extender este estado de emergencia […]. Con esto, vamos a garantizar que el esfuerzo que todos los peruanos estamos haciendo estas semanas se pueda sostener y mantener en el futuro”, indicó el mandatario, en su habitual conferencia del mediodía. Un mensaje que, de alguna u otra manera, ya había perfilado en la víspera cuando precisó que en la mañana del miércoles se reuniría con el Consejo del Estado para definir si la medida de excepción que tenía que levantarse el 13 de abril sería prorrogada por segunda vez (la fecha final original, recordemos, era el 30 de marzo).

Hasta ahora, el número de casos confirmados por en el territorio nacional asciende a 4.342, mientras que los fallecidos suman 121.

Es cierto que modificar por tercera vez la fecha final de la medida de excepción puede suponer un duro golpe para un gran número de peruanos. Como se ha mencionado antes, un porcentaje nada desdeñable de ciudadanos vive de los ingresos que genera en el día a día y muchos de estos, además, han quedado fuera del grupo que recibirá el bono de S/380 que ha dispuesto el Estado y de otras medidas que se han tomado para paliar la falta de ingresos (como el retiro parcial de las AFP y de la CTS que, por su naturaleza, alcanzan solo a los trabajadores formales). Pero también es cierto, por otro lado, que la evolución de la curva de contagios y las recomendaciones de los expertos apuntaban a que una segunda prórroga, aun con todos los problemas que podría generar, era lo más saludable para el país y, en ese sentido, no se puede objetar la decisión gubernamental.

La resolución del Gobierno Peruano, por lo demás, no es insólita en la región. A inicios de semana, por ejemplo, el presidente colombiano, Iván Duque, había ampliado la cuarentena en su país, que debía levantarse el próximo lunes, hasta el 27 de abril. Y hace dos días, el gobernador del estado de Sao Paulo (Brasil), Joao Doria, decidió extender el confinamiento en los 645 municipios de la circunscripción por 15 días adicionales, hasta el 22 de abril.

Es evidente que, sin embargo, algunas cosas tienen que cambiar para que la cuarentena no se extienda más allá de mayo. Comenzando por el Gobierno. Como han recomendado los expertos –entre ellos la propia OMS– es vital que el número de pruebas diarias, que ha comenzado a alcanzar un ritmo importante, se siga incrementando. Pero también es cierto que no se debería perder de vista los efectos económicos que inevitablemente causarán 40 días de paralización y, en consecuencia, las autoridades deberán seguir tomando las medidas necesarias para soportarlos, tanto entre la ciudadanía como entre el empresariado.

Por otro lado, va siendo claro que cuando el estado de emergencia se levante, no podemos volver a lo que conocíamos antes como ‘normalidad’. Es necesario que el Gobierno empiece a confeccionar un plan sanitario para cuando los ciudadanos vuelvan a las calles, pues innegablemente algunas actividades económicas (como las de turismo, servicios o entretenimiento) eventualmente tendrán que operar con ciertas restricciones cuando menos hasta que se pueda contar con una vacuna contra el virus.

Tan cierto como lo anterior, sin embargo, es que los ciudadanos también tenemos un rol fundamental que cumplir para que esta tercera fecha sea, finalmente, la vencida. Según informó el presidente el miércoles, se ha detenido a más de 53.000 personas desde que comenzó la cuarentena. Como es lógico, si los ciudadanos siguen tomando con ligereza las órdenes del Gobierno y desacatándolas, se hará más difícil contener los contagios.

Gobierno y ciudadanía tienen, pues, en sus manos la posibilidad de no remover una vez más el calendario. Continuemos quedándonos en casa.

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