Editorial: Lanzando juramentos
Editorial: Lanzando juramentos
Redacción EC

Con el inicio del año se ha iniciado también la gestión de miles de nuevas autoridades regionales y locales en todo el país. En acatamiento de lo señalado por el voto popular, presidentes y consejeros regionales, alcaldes y regidores han asumido las cuotas de poder y responsabilidad que les corresponden, pero para ello han debido cumplir antes con el ritual del juramento: un acto que no por protocolar resulta irrelevante. Por el contrario, se trata de la enunciación que da –o debería dar– origen y credibilidad al compromiso de un representante con sus representados. Y, sin embargo, muchas veces es tomado y pronunciado con demasiada ligereza; o prácticamente, como un anuncio de las calamidades que están por abatirse sobre una determinada comunidad. 

En el Perú, hemos conocido de juramentos equívocos e inquietantes. El paradigma de todos ellos fue, sin duda, el que prestó el ya difunto Gerardo Cruz Saavedra Mesones al incorporarse al Congreso, en el año 2000. “¡Por Dios y por la plata!”, recitó en esa oportunidad el inexperimentado político, incurriendo en evidente lapsus a propósito de la palabra ‘patria’. Pero aquello al que menos le sonó a un programa de gobierno. Y a pesar del escarnio del que fue objeto por tamaña torpeza, tuvo seguidores. En el 2010, Juan Abel Llanos Paz, teniente alcalde del distrito tacneño de Pocollay, repitió la fórmula al asumir su cargo. Y ese mismo año, el alcalde provincial de Arequipa, Simón Balbuena Marroquín, tomó juramento a la comisión que debía elaborar, ni más ni menos, las bases para la licitación de rutas del Sistema Integrado de Transportes con idéntico discurso.

Pero no solo la alusión a un afán crematístico puede desvirtuar el juramento de una autoridad. La incrustación de asuntos ajenos o contrarios al compromiso que se está adquiriendo en ese momento también produce ese efecto, y en ese sentido resulta pertinente recordar el giro con el que el presidente Humala matizó su declaración de respeto al orden constitucional vigente el 28 de julio del 2011. “Honrando el espíritu, los principios y valores de la ”, fue lo que dijo mientras alzaba la mano, e introdujo un innecesario elemento de incertidumbre política en la administración que apenas se estrenaba.

El motivo de esta reflexión, no obstante, son juramentos más recientes. A saber, algunos de los pronunciados por las autoridades regionales o locales que acaban de iniciar sus gestiones y a las que nos referíamos al principio. Destacan entre esos votos escasamente solemnes, por ejemplo, el de Nicolás Mamani, regidor del Partido Humanista Peruano por el distrito de Ciudad Nueva, en Tacna (“¡Por la corrupción!”), o el de Porfirio Medina Vásquez al convertirse en presidente regional de Cajamarca, en reemplazo de Gregorio Santos, que no puede asumir el cargo por sus problemas con la ley. “Por la memoria de Mariátegui, por las rondas campesinas, por los mártires de la lucha cajamarquina, por la libertad de Goyo y Cajamarca”, exclamó Medina Vásquez en una intervención que sonó más a promoción de una agenda política que a confirmación de una vocación de servicio por los cajamarquinos.

Un efecto semejante tuvieron las palabras de Enrique Máximo Vargas Barnechea y Luis Otsuka en sus discursos inaugurales en Áncash y Madre de Dios, respectivamente. El primero, renovando su compromiso con (imposibilitado de desempeñarse como presidente de esa región por no estar rehabilitado de la sentencia por corrupción que se le impuso en el 2008) y el segundo, atacando al Gobierno Central por querer acabar con la minería ilegal en esa localidad selvática. Otsuka, cabe anotar, es él mismo un dirigente de ese tipo de minería en la zona.

Felizmente, al asumir la , a Jaime Alberto Rodríguez Villanueva no se le ocurrió evocar la frase que soltó meses atrás sobre el robo de plata “en carretilla” que habría caracterizado su anterior gestión. Pero no hay que cantar victoria: todavía tiene cuatro largos años por delante para recordarla.

En resumidas cuentas, si bien la expresión ‘lanzar juramentos’ tiene varias acepciones en castellano, mientras sigamos permitiendo que nuestras autoridades se estrenen en el poder con el anuncio jactancioso del mal que están por infligirnos, solo tendrá validez aquella que la equipara a ‘proferir insultos’, pues eso en buena cuenta es lo que estamos recibiendo con demasiada frecuencia los ciudadanos de parte de quienes nos gobiernan. Y eso, espontáneamente, no va a cambiar.