El Gabinete Ministerial que preside César Villanueva juró el cargo hace un mes –el 2 de abril– y hoy llega al Parlamento con un cambio en el Ministerio de la Producción. (Foto: Anthony Niño de Guzmán/El Comercio)
El Gabinete Ministerial que preside César Villanueva juró el cargo hace un mes –el 2 de abril– y hoy llega al Parlamento con un cambio en el Ministerio de la Producción. (Foto: Anthony Niño de Guzmán/El Comercio)
Editorial El Comercio

La brusca salida del ahora ex titular de Economía David Tuesta, en medio de rumores sobre sus desencuentros con el presidente Martín Vizcarra y el presidente del Consejo de Ministros César Villanueva, así como las versiones (luego negadas) sobre una presunta intención del gobierno de hacer nuevos cambios en el Gabinete en las próximas Fiestas Patrias han puesto sobre el tapete el asunto de la duración de los ministros en el país.

Una revisión de nuestra historia reciente al respecto hecha por este Diario ha permitido establecer que la duración promedio de un miembro del Gabinete a lo largo de los últimos seis gobiernos ha sido de trece meses. Un plazo que, aunque breve, no suele ser inusual en la región.

Habitualmente se compara a los ministros con fusibles que reciben directamente las sobrecargas políticas que puede provocar la acción de una determinada administración y, en esa medida, sus relevos se consideran consecuencias normales del ejercicio del poder. De ahí, precisamente, que algunas voces insistan tanto en que los fajines deberían portarlos siempre políticos y no ‘técnicos’.

En esta página, sin embargo, hemos objetado frecuentemente esa supuesta disyunción, por considerar que está basada sobre un artificio. Nada impide en realidad que, por ejemplo, un ingeniero agrónomo adquiera experiencia política mientras se desempeña como ministro de Agricultura o que el secretario general de un partido sea al mismo tiempo abogado y pueda usar los conocimientos que le impartieron durante su formación como tal en la cartera de Justicia: un técnico puede desarrollar habilidades políticas y un político no tiene que ser, por definición, un indocumentado en toda otra disciplina.

Pero aun admitiendo la engañosa distinción con propósitos teóricos, se debe convenir que una vida breve al frente de un portafolio puede acarrear serios problemas para la continuidad de las políticas y reformas con las que, por lo común, se compromete todo gobierno al iniciar su mandato. Esto, que resulta muy obvio en sectores como Economía o Relaciones Exteriores (donde la consistencia de las medidas en el largo plazo es indispensable), es cierto también en Educación, Salud o Interior. ¿O alguien está dispuesto a argumentar que cambiar la orientación y las prioridades de una gestión en cualquiera de esas carteras cada trece meses es positivo?

La inconveniencia de los cambios producidos a ese ritmo se distingue mucho más si consideramos adicionalmente que llegar a un ministerio, conocer las tareas que están bajo su competencia y al equipo que allí trabaja, así como idear una estrategia para sacar adelante los planes de renovación que se pueda tener demanda, según testimonio de quienes ya han pasado por la experiencia, un período de adaptación no menor de seis meses.

De ello se deriva, pues, que cada nombramiento en el Gabinete tiene que ser una decisión seria y con perspectiva de futuro. Todo lo contrario a los golpes de mano para atender necesidades políticas del momento o salir de un apuro que con frecuencia vemos cuando una crisis precipita la alteración del equipo ministerial.

Lo deseable es que los ministros gocen de una larga vida en sus puestos, pues esa es la mejor garantía de que las políticas que encarnan también la tengan. Hablamos, por supuesto, de los ministros que lo merezcan, porque nunca se está libre de que una persona que lucía muy promisora para asumir una cierta responsabilidad resulte luego un fiasco en la práctica o exhiba claroscuros morales cuyo afloramiento responda a su recién adquirida cercanía con el poder. Y en esos casos, la remoción es imperativa.

En circunstancias normales, no obstante, la longevidad de estos funcionarios en sus despachos habla de la prudencia de quienes los designaron para el cargo; y su constante rotación, en cambio, de frivolidad o improvisación.

De alguna manera, las próximas Fiestas Patrias nos traerán información valiosa sobre el particular.