"De esta crisis ningún país va a salir indemne. El mundo no volverá a ser el mismo de antes por un tiempo indefinido, y en consecuencia el mercado laboral tampoco". (Foto: GEC)
"De esta crisis ningún país va a salir indemne. El mundo no volverá a ser el mismo de antes por un tiempo indefinido, y en consecuencia el mercado laboral tampoco". (Foto: GEC)
/ MARIO ZAPATA
Editorial El Comercio

El día miércoles, unas horas antes de que juramentara el nuevo Gabinete Ministerial liderado por , el INEI publicó dos cifras alarmantes. La primera era la evolución del PBI mensual. Con una caída de 32,8%, mayo se convirtió en el segundo mes con la contracción más pronunciada desde que se tiene registro, solo superado por abril de este año (-40,49%). La segunda cifra era el retroceso del empleo en Lima Metropolitana. De acuerdo con la Encuesta Permanente de Empleo (EPE), en el trimestre abril-mayo-junio, la población ocupada en la capital se redujo en 55,1% (equivalente a 2,7 millones de personas) en comparación con el mismo período del año pasado. Si bien las cifras de junio y julio muestran una recuperación, lo cierto es que la magnitud de la caída es devastadora. Se trata de 1,6 millones de desempleados en junio. Son casi 40 Estadios Nacionales llenos, solo en Lima.

En el plano económico, esta debe ser sin duda la prioridad del Gabinete entrante. No solo porque el dinamismo económico general depende de la capacidad de consumo de las familias, sino porque el desempleo generalizado y el subempleo son problemas sociales urgentes. Sin una política clara y ambiciosa, los empleos que se irán recuperando en los siguientes meses estarán en el sector informal, con baja productividad y salarios deprimidos. Ello consolidaría la destrucción, en pocos meses, del tejido empresarial de valor agregado que al país y a millones de emprendedores y trabajadores les costó décadas construir.

Dados los magros resultados obtenidos hasta ahora por el Gobierno, el recambio ministerial genera expectativas. En el caso del , la gestión anterior se caracterizó por dar la impresión, por ejemplo, de estar arrastrando los pies cada vez que tocaba evaluar la procedencia de figuras como la suspensión perfecta de labores. Esta visión general desde las autoridades laborales compromete la viabilidad de las empresas y su posibilidad de reconversión al insistir en la rigidez típica del mercado laboral peruano.

En el período previo a la pandemia, este Gobierno no se distinguió por su voluntad política para abordar los asuntos laborales urgentes y darles una solución eficaz. Con la crisis encima y los desempleados contándose en millones, no tiene muchas más opciones que hacerlo. El nuevo ministro de Trabajo, Martín Ruggiero, tiene la difícil tarea de darle un vuelco a la perspectiva que ha mantenido el MTPE y el Estado por años para promover la formalidad en serio.

Esto, por supuesto, no lo puede hacer solo. La nueva composición del Gabinete debería suponer también una nueva oportunidad para que los distintos ministerios logren un trabajo conjunto más prolijo que el anterior grupo de ministros, en el que se hacían obvias las diferencias de visiones. Junto con el MTPE, también el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), el Ministerio de la Producción, el Ministerio de Salud y los ministerios sectoriales como Energía y Minas, Vivienda, Construcción y Saneamiento deben compartir más que la mesa del Consejo de Ministros un par de veces por semana.

De esta crisis ningún país va a salir indemne. El mundo no volverá a ser el mismo de antes por un tiempo indefinido, y en consecuencia el mercado laboral tampoco. En el Perú, para promover la creación de empleo formal se deben primero romper los paradigmas que nos han atado a la informalidad masiva por décadas. Si no nos dimos cuenta de ello antes del , este es un buen momento para ponerlos seriamente en discusión.