Editorial: El martillo de los empresarios
Editorial: El martillo de los empresarios

Tras una participación más bien opaca durante la campaña, que estuvo a punto de costarle su elección como congresista, el ex sacerdote Marco Arana ha comenzado a mostrar en los medios un perfil alto, que algunos interpretan como un esfuerzo por disputarle la primacía del liderazgo del Frente Amplio (FA) a Verónika Mendoza.

Como se recuerda, ellos compitieron internamente por la candidatura presidencial de esa coalición antes de las recientes elecciones y la segunda resultó vencedora, lo que presta cierta verosimilitud a la posibilidad de un renovado pulseo.  

Sea como fuere, lo cierto es que el futuro parlamentario ha marcado recientemente una identidad distinta a la de buena parte de sus compañeros de proyecto político al revelar –por ejemplo– que, a diferencia de la mayoría de ellos, él no votó en la segunda vuelta por Pedro Pablo Kuczynski por “una cuestión de conciencia”, o que ha propuesto, al interior de Tierra y Libertad y del FA en general, que la Amazonía esté libre de operaciones petroleras (lo que habría suscitado un arduo debate en las filas del conglomerado izquierdista). 

Pues bien, en esa misma línea parecerían estar orientadas sus últimas declaraciones a propósito de que el primer presidente del Consejo de Ministros del gobierno de Peruanos por el Kambio (PPK) “debería venir del sector más social que empresarial”, y de que, en la selección de su equipo ministerial, Kuczynski tendría que “dar señales de que no va a ser el Gabinete de los empresarios que han lucrado y al cual él se ha encontrado vinculado”. Una aseveración que tiene algo de anatema y que contrasta con los reconocimientos de otros integrantes de su alianza política sobre las virtudes de algunos de los voceados para ceñirse un fajín a partir del 28 de julio.

Felizmente, a pesar del tono apodíctico de sus palabras, lo suyo no pasa de ser el deseo de un representante de la fuerza que salió tercera en las elecciones. Pero, con cargo a que precise también qué entiende exactamente por un “sector más social”, Arana tendría que explicar, para empezar, qué herida moral hace a los empresarios tan indeseables a sus ojos para asumir una cartera en el próximo gobierno, pues las segregaciones de este tipo lucen siempre mal en un miembro del Legislativo.

De lo poco que ha dicho hasta ahora, en cualquier caso, se desprende que, para él, uno de los problemas centrales de las personas dedicadas al giro empresarial sería el hecho de que “han lucrado”. Es decir, que han obtenido una ganancia en la actividad privada a la que se dedican (porque si lo que quiso decir es que han existido ministros que han lucrado con su cargo, tendría que aportar pruebas al respecto; máxime si simultáneamente sostiene que el mandatario electo ha estado vinculado a ellos).

Tenemos así, en esencia, una reedición del viejo prejuicio izquierdista contra la iniciativa privada y el afán de generar riqueza, presentándolos como actividades perversas porque supondrían siempre el empobrecimiento de alguien más. O, lo que es igual, el retorno de la superstición de que la riqueza es un stock fijo y, en consecuencia, si alguien incrementa de pronto la porción que tiene de ella, en otro punto del universo, alguien debe haber sido despojado de una porción de la suya.Un planteamiento cuya falsedad intrínseca es puesta cotidianamente en evidencia en Venezuela, Cuba y todas las demás sociedades que se limitan a redistribuir la menguante miseria de sus economías intervenidas y estancadas.

En lugar de emprenderla, entonces, contra los emprendedores con argumentos que hacen recordar los de los monjes Jakob Sprenger y Heinrich Kramer, que en 1487 publicaron un manual para la persecución de hechiceros conocido como “El martillo de las brujas” –y si no puede hacer un esfuerzo por entender la dinámica que tanta prosperidad ha traído a tantos países que hoy no gozan de su admiración–, el líder de Tierra y Libertad tendría que reconocer por lo menos que esos ciudadanos tienen tanto derecho como cualquier otro peruano a ocupar un cargo en el próximo gobierno.