Editorial: No pedir lo que no hay
Editorial: No pedir lo que no hay
Redacción EC

El presidente del Consejo de Ministros, , se dispone a acudir en estos días al Congreso para sustentar y solicitar formalmente las en materia económica, como anticipó que haría desde que asumió la jefatura del Gabinete.

Como se sabe, estas son solo parte de las facultades que el Ejecutivo aspira a recibir del Parlamento, pues el primer ministro ha declarado que su plan comprende también las materias de seguridad y política social. Se trata, sin embargo, de una parte fundamental de las mismas, ya que, de acuerdo con el proyecto de ley ya en manos del Legislativo, el esfuerzo apunta a promover, fomentar y agilizar la inversión pública y privada, las asociaciones público-privadas y la modalidad de obras por impuestos, así como a facilitar y optimizar los procedimientos en todos los sectores.

Lo más importante de todo lo anunciado por Cateriano, no obstante, es un detalle respecto del cual recién ha sido claro este lunes. A saber, el hecho de que no hará cuestión de confianza a propósito de las facultades pedidas: un gesto político que pondría en juego la permanencia del Gabinete que preside.

Al pedir las facultades con ese ingrediente adicional, en efecto, la denegación de aquellas conllevaría también el retiro de la confianza al Consejo de Ministros, forzando su reemplazo. Y eso, según algunas interpretaciones legales, equivaldría a una segunda censura y facultaría al presidente a disolver el Congreso y a llamar a nuevas elecciones parlamentarias. Un golpe de mano con el que el mandatario podría tratar de cobrarse la revancha tras el licenciamiento de Ana Jara que la representación nacional le impuso, y respecto del cual ha sido deliberadamente ambiguo.

Como se recordará, cada vez que la prensa lo ha interrogado sobre sus eventuales intenciones de precipitar un escenario de esa naturaleza, la respuesta del presidente ha consistido en decir: “Yo no quiero especular”, con lo que ha ocasionado que la que especule sea la opinión pública. Y algunos legisladores oficialistas cercanos a Palacio merodearon también la idea durante las intervenciones –más bien desafortunadas– que tuvieron durante el debate que precedió al voto de investidura a Cateriano.

El primer ministro, sin embargo, ha sido esta vez categórico. “Mal haría yo en pedir cuestión de confianza si acabo de obtener el voto de confianza del Parlamento”, ha sentenciado. Para luego agregar: “A nadie le interesa incendiar la pradera desde el punto de vista económico. Lo racional es que este gobierno acabe política y económicamente bien para entregarle al siguiente gobierno un país con finanzas saneadas y con un rumbo económico bien encaminado”. 

Se trata, por un lado, de palabras tranquilizadoras que nos traen de regreso a ese jefe de Gabinete tolerante y consciente de las limitaciones del gobierno que se estrenó en el cargo hace dos meses pero que la semana pasada, en el contexto de la exaltación oficialista que produjo la recaptura de en Bolivia, había sido eclipsado por el ministro hostigador de la oposición que solíamos conocer. Y, por otro, de una opción muy razonable a la luz de lo que sugiere la reacción de la oposición y de la ciudadanía en general frente a los últimos escándalos y desaguisados en los que se ha visto envuelta la actual administración. 

La encuesta nacional de GfK divulgada el fin de semana pasado, que es la más reciente de las disponibles, revela efectivamente que la aprobación del presidente está en 16% y la de la señora Nadine Heredia, en 18%: el punto más bajo que cada uno de ellos ha conocido desde que el humalismo accedió al poder. Y se trata de una medición hecha antes de que se produjera el destape de los aportes venezolanos a las cuentas de Rocío Calderón Vinatea y de los 38 mil dólares de gastos suntuarios en los que la primera dama incurrió durante sus viajes con el respaldo de la tarjeta de crédito ‘adicional’ cedida por esa vieja amiga suya.

Hacer cuestión de confianza a propósito de las facultades que quiere solicitar en estas condiciones, entonces, sería un absurdo de parte del ministro Cateriano que condenaría todo su esfuerzo al fracaso. Y eso sería sencillamente así, porque no tiene sentido pedir lo que no hay.