La solución sería fomentar la confianza del sector privado a fin de que este sea quien impulse el desarrollo nacional. (Foto: El Comercio)
La solución sería fomentar la confianza del sector privado a fin de que este sea quien impulse el desarrollo nacional. (Foto: El Comercio)
Editorial El Comercio

Con una agenda pública ocupada en los cambios del ISC o del Impuesto a la Renta, las últimas estadísticas respecto del resultado económico del primer trimestre han pasado relativamente desapercibidas. Hace una semana, el INEI reveló que, en el período enero-marzo del 2018, el producto bruto interno (PBI) habría crecido 3,2%, principalmente debido a la expansión del consumo y la inversión

Respecto del consumo privado, la expansión de 2,9%, aunque aún tímida, es superior a todos los trimestres del año anterior y confirma una moderada tendencia al alza en el gasto de las familias peruanas. Más importante, sin embargo, es el dato sobre el crecimiento en la tasa de inversión privada. Esta alcanzó 6,5% en los primeros meses del 2018 luego de cerrar el año pasado con una expansión de apenas 2,5% anual. 

Decimos que es más importante porque la inversión privada es, para casi todo efecto práctico, el motor del resto de la economía. Sin esta, la cadena que vincula el empleo, el consumo, los ingresos, la recaudación pública y la inversión pública no tiene punto inicial. El primer encadenamiento con el mercado laboral de hecho es especialmente relevante, pues se relaciona de forma directa con la mejora en la calidad de vida de la población. Quizá no haya algo que tenga un impacto positivo tan profundo en las condiciones de una familia como el acceso a un empleo productivo y formal. 

Es por este encadenamiento que no fue sorprendente que en el largo período consecutivo de caída libre de la inversión privada (desde inicios del 2014 hasta mediados del año pasado), el mercado laboral tuviera un deterioro pronunciado. Mientras que la variación anual promedio de la inversión privada en el período 2009-2013 fue de 9,5%, para el período 2014-2017 bajó a -3%. Del mismo modo, mientras que los salarios reales crecían a tasas cercanas al 5% antes del 2013, el año pasado cayeron en más de 2%.Con las condiciones adecuadas, una reactivación sólida de la inversión privada este año debería marcar el inicio del fin de la erosión del mercado laboral, que ya soporta varios años en esta situación. 

Un razonamiento similar se aplica a la discusión sobre la recaudación tributaria. La discusión sobre los cambios aplicados o propuestos por esta administración en el ISC, en el Impuesto a la Renta de personas naturales, en las exoneraciones fiscales, en la evasión y elusión tributaria, entre otros conceptos, palidece frente a la mucho más importante cuestión para las arcas fiscales de la reactivación económica liderada por el crecimiento de la inversión privada. Perder de vista que mayor dinamismo en el sector construcción, minería, industria, pesca, servicios, etc., se traduce de forma casi inmediata en mayor recaudación es poner la carreta por delante de los caballos. Son los nuevos proyectos empresariales, grandes y chicos, los que generan ingresos que puedan tributar. La mejor política tributaria es, después de todo, el fomento de la inversión privada

Las cifras del primer trimestre son todavía insuficientes para hablar, a carta cabal, de una reactivación económica en marcha. Sin embargo, ayudan a marcar el camino que el anterior gobierno dejó pendiente. En este trance, soslayar la importancia de la inversión privada para enfocarse en lo que no es sino su consecuencia –el crecimiento del empleo y de los tributos, por ejemplo– apartan al país de lo que fue su exitosa estrategia de desarrollo de los últimos 15 años. No está de más volverlo a recordar en tiempos como este.