Editorial: Sí se pudo… en la mesa
Editorial: Sí se pudo… en la mesa

Cuando Marco Arana decidió ofrecer la inscripción de su partido Tierra y Libertad para la postulación del Frente Amplio, probablemente no pronosticó el nebuloso camino que iba a tener que marchar para hacerse de un cargo público de elección popular.

En solo unos meses, Arana pasó de ser el símbolo político del antiextractivismo en Cajamarca, a derrotado precandidato presidencial del Frente Amplio (FA), a derrotado candidato a la vicepresidencia en la plancha que encabezaba su victimaria en las “primarias”, Verónika Mendoza, a finalmente, raspante congresista electo por el departamento de Cajamarca. Y decimos raspante, porque su atribulado ingreso al Parlamento, algunos arañazos y heridas debe haberle dejado.

En una movida calificada por algunos como un premeditado “ocultamiento”, el señor Arana apareció pocas veces acompañando a Verónika Mendoza. La justificación declarada por el FA y el propio Arana fue que él estaba cumpliendo una ‘misión’, la de “fortalecer [su] campaña en la zona macronorte y la sierra”. 

El apostolado cajamarquino al que se acometió Arana debe haber resultado no menos que desalentador, entonces, cuando se conoció que el FA había logrado apenas un 8,1% de los votos congresales válidos en dicho departamento, y más desmoralizador aun al constatar que era más bien Democracia Directa –el partido liderado por su otrora compañero de protestas, Gregorio Santos, quien desde el penal de Piedras Gordas no tuvo oportunidad de cumplir con una misión similar– el claro receptor de las preferencias cajamarquinas con aproximadamente el 40% de los votos válidos.

Para suerte de Arana, Democracia Directa no superó la valla electoral, por lo que quedaban curules a ser repartidas. Dado el magro resultado del FA, a este le tocó apenas una.

Ese espacio conseguido en el Congreso por los azares de nuestras reglas electorales, se mantuvo sin dueño y en suspenso durante algunas semanas, por la estrecha distancia que separaba a los dos candidatos del FA que se lo disputaban voto a voto: Marco Arana y Juan Regalado. 

Expuestos ante esta poco cómoda situación, lo que siguió después no fue una muestra de la unión ni el amor que acompañaron las proclamas del FA durante la contienda electoral, salvo que se tratara de una variante del “amor fraternal” que ha enfrentado a muerte a otros hermanos en la historia.

En efecto, la disputa interna entre Regalado y Arana se hizo pública cuando el primero denunció que la dirigencia del FA se estaba valiendo de acciones antiéticas para favorecer al segundo. Según Regalado, él había superado a Arana en votos preferenciales, pero se observaron tres actas electorales y anularon aquellos sufragios que le favorecían, resultando en una ventaja de apenas 53 votos a favor del líder de Tierra y Libertad.

Antiético o no, lo cierto es que el FA sí actuó en la mesa y no solo en la cancha. Frente a las apelaciones de las actas por el personero correspondiente del distrito de Chota del FA, el personero legal nacional y el alterno del FA enviaron sendas solicitudes de desistimiento (es decir, de retiro de las impugnaciones), a la par que quitaban la acreditación del personero presuntamente rebelde.

El Jurado Nacional de Elecciones (JNE), sin embargo, no tomó en cuenta los desistimientos y analizó las impugnaciones. Había dos irregularidades con dos de las actas que dieron lugar a las observaciones: el conteo de los votos preferenciales a favor del señor Regalado era superior al total de votos correspondientes al FA, por un lado; y, además, la suma de todos los votos preferenciales de los candidatos del FA (incluyendo los de Arana, Regalado y cuatro postulantes más) superaba en más del doble los votos contabilizados para el FA. 

El Reglamento del JNE establecía las consecuencias para ambas discordancias: para la primera, la anulación de los votos preferenciales del candidato (en este caso, Regalado); para la segunda, la anulación de los votos preferenciales de todos los candidatos de la agrupación. Con ambas anulaciones, Regalado hubiera superado a Arana, pero en una decisión cuestionable, el JNE aplicó solo la primera consecuencia. Al descontarse los votos de Regalado, los votos preferenciales del FA ya no excedían el doble de los votos del partido, por lo que el JNE conservó la votación individual de Arana y el resto de candidatos.

Así, con este enrevesado razonamiento, se consagró la curul parlamentaria de Arana, aunque algún sinsabor podría dejar esta forma de victoria por lo menos para la lideresa del FA, que semanas atrás decía “las elecciones se ganan en la cancha, con votos, no en una oficina”. Una frase que seguramente tampoco querrá recordar Arana, ahora que empezará una silenciosa y agazapada caminata al hemiciclo, para no revivir las caprichosas circunstancias que facilitaron su ingreso.