Editorial: Temporada de caza de elefantes
Editorial: Temporada de caza de elefantes

“Nunca desperdicies una buena crisis”. La frase, comúnmente atribuida a Winston Churchill, carga un especial significado hoy para las políticas económicas de la administración de Peruanos por el Kambio.

El entramado de corrupción que se devela poco a poco está pasando una alta factura al crecimiento de la economía y tensionando a las instituciones del sistema. Las consecuencias previsibles apuntan a un crecimiento hasta un punto porcentual menor al proyectado a inicios de año y las consecuencias indirectas tienen un potencial devastador mucho más profundo. Si la crisis, entonces, está servida, pues por lo menos habrá que aprovecharla.

Hay mucho que mejorar, por ejemplo, en el sistema de iniciativas estatales, de inversión pública y de (APP), que permite que obras de enorme costo y dudosa utilidad sean emprendidas en su mayor parte con dinero de los contribuyentes.

El gasoducto del sur y la carretera Interoceánica son algunos de los ejemplos que más llaman la atención en este sentido. El primero, destinado a ser un elefante blanco de más de US$7.000 millones al no tener estudios de demanda claros –pero sí garantías del Estado–, fue devuelto pues el consorcio a cargo no consiguió el cierre financiero en el plazo estipulado debido a los destapes de corrupción de Odebrecht. Según el titular del Ministerio de Energía y Minas (MEM), Gonzalo Tamayo, el proyecto se volverá a concesionar a finales de este año y existe amplia oportunidad para trabajar las bases de la licitación de modo que –esta vez– el costo justifique los potenciales beneficios. Y si la estimación no resultase positiva, para abortarla en lugar de desperdiciar recursos que bien podrían aprovecharse en tantas otras necesidades de la población. 

Y si de proyectos  faraónicos con beneficio incierto se trata, no hay duda de que la refinería de Talara debería incluirse en la lista destacada. Con US$4.800 millones en inversión, los responsables del proyecto tampoco tienen claro de dónde saldrá todo el petróleo para refinar ni cómo así una empresa estatal como Petro-Perú –incapaz de mantener adecuadamente el vetusto Oleducto Norperuano– será capaz de obtener petróleo refinado más barato que el que se puede hoy importar. Ello sin contar que el financiamiento y la rentabilidad del proyecto también están en duda. ¿No había necesidades de presupuesto público más apremiantes que la refinación de petróleo? Después de todo, solo una fracción del costo de la refinería de Talara sería suficiente, por ejemplo, para digitalizar los sistemas de todo el Poder Judicial.

El dinero de los contribuyentes al parecer tampoco será puesto a su mejor uso con la inversión necesaria para organizar los Juegos Panamericanos del 2019. A cambio de una factura de US$1.200 millones, el retorno real de la inversión –más allá de cháchara patriotera– es desconocido incluso para los que respaldaron la candidatura de Lima. Al margen de los evidentes retrasos, las construcciones especializadas corren el riesgo muy real de ser elefantes blancos sin uso pasados los juegos (tal y como sucede hoy en Brasil luego de las Olimpiadas), de no alcanzar un valor de venta adecuado (el costo de construcción de los departamentos de la Villa Panamericana, por ejemplo, supera largamente los precios de venta en la zona) y de costar mucho más de lo planificado dada la premura en los plazos (la Universidad de Oxford estima que el sobrecosto promedio de estos eventos es de 156% respecto del presupuesto inicial).

En la medida  en que existan espacios políticos y económicos para repensar las enormes inversiones públicas en proyectos y actividades sin correlato con el bienestar ciudadano, el gobierno tiene el deber de tomar ventaja. Y quizá nunca se abran tantos espacios de este tipo como en períodos de crisis. Aprovechemos la máxima de sir Churchill.